Diciembre de 2002


Patricia Romana Bárcena Molina*


decisión irrevocable


      Antes de comunicárselo a Augusto para resolver la situación de común acuerdo, Margarita pensó: “No lo quiero…No lo puedo tener”. Ese pensamiento penetró en su mente inconsciente donde no hay distinción entre lo real y lo imaginario, donde los mensajes se reciben literalmente sin análisis ni sentido del humor.
      Habló con Augusto hasta tener en las manos el resultado del análisis clínico: Prueba Inmunológica: Positiva.
      Ni ella misma con todo lo que decía conocerlo y el gran cariño que le tenía, pudo adivinar su reacción. Augusto la abrazó y la llenó de besos, le aseguró que esa noticia era una de las mejores que había recibido en su vida y que, además, lo impulsaba a adquirir una gran responsabilidad…

-¡Vamos a planear lo que necesitamos para recibir al bebé!
Srita. Margarita C.V. acepta usted por esposo al Sr. Augusto G.D.

¡Contesta, Margarita!
¿No estás feliz tú también?
¿Qué tienes?, mi amor. No me espantes… No me digas que no quieres casarte.

-Perdón, Augusto. Lo que pasa es que esto revoluciona nuestros planes. Tú querías que nos casáramos en dos años. Tienes la ilusión de hacer un viaje. Has ahorrado mucho para eso.

-Margarita, por favor, contesta a mi pregunta.
¿Acepta por esposo al Sr. Augusto G.D.?

-¡Sí!, acepto, Guty.

-Perfecto, entonces los declaro marido y mujer hasta que la muerte los separe.
Tan, Tan…Tan, Tan. Tan, Tan…Tan, Tan.

      Margarita comprobó el amor de Augusto. Esa emergencia sólo adelantaba sus planes, no los cambiaba. Tenían el tiempo necesario para preparar una ceremonia sencilla a la que asistirían sólo familiares y amigos cercanos. La luna de miel se respetaría tal y como “alguna vez” la habían pensado, porque lo que “alguna vez” se piensa, se cumple.
      La carrera profesional de Margarita se vería interrumpida mientras el bebé podía ser aceptado en una guardería o atendido por la abuela materna, que se ofreció a cuidarlo encantada, cuando supo la noticia.
      La emoción de los acontecimientos hizo a Margarita experimentar una sensación de felicidad que no recordaba haber sentido antes.
      Despierta se soñaba cargando al bebé o paseando por la playa al lado de Augusto, con la piel salada y dorada por el sol.
      Ahora le parecía “tremendo” lo que dijo su tía, amargada y solterona, cuando su sirvienta le confesó que estaba embarazada: “Ya te amolaste, Lupe”.
      La vida nos da la ocasión para reflexionar en su misterio. Procrear a un hijo es el momento idóneo para valorar la existencia.

      Unos días después, sin sentir malestar o dolor Margarita empezó con un sangrado.

       Por teléfono el médico explicó que podía ser normal, que guardara reposo absoluto y que tomara las pastillas que le recetó. El sangrado no disminuyó, el reposo y el medicamento no surtieron efecto, así que Margarita tuvo que ser atendida en un hospital, por aborto natural.
      Se volteaba la moneda en el aire y la inmensa alegría se tornó en tristeza; ella sufría la injusticia de la vida que le arrebataba la ilusión de ser madre. Sin embargo, los planes continuaron, la boda se llevó a cabo y la luna de miel se pospuso un mes. Augusto intentó consolarse y consolarla con la idea de que más adelante podía embarazarse. El médico les dijo que no existía ningún problema físico, que esto sucedía, a veces, entre las madres primerizas.

      Seguramente Margarita tendrá un hijo, o dos o tres; sabrá conservar el amor de Augusto, será buena esposa y profesionista exitosa. Pero, a ese niño que no supo aprisionar… lo perdió para siempre.



*Patricia Romana Bárcena Molina
México D.F.
Maestra en educación especial.
Directora del Colegio Vallarta Arboledas.