Diciembre de 2002


César Hernández*


Ana


 1

     No sé porque recuerdo esto ahora, lo creía asunto olvidado; ya han pasado más de cinco años y no se ha sabido nada de Julio, se fue, sólo nos dejó su adiós amargo en papel, posteriormente los desvelos buscándolo ahí donde no lo encontramos y las declaraciones con la policía cuando lo dimos por desaparecido. Todos queríamos mucho a Julio, era nuestro amigo; infatigable parrandero y eterno enamorado. He dicho "enamorado" automáticamente, quizás porque la primera imagen que me viene de él sea con Ana o con cualquier otra de sus incontables novias. Un día leímos que un verdadero amigo es aquel que llega cuando los otros se han ido, desde entonces decíamos que él era nuestro mejor amigo; Julio siempre llegaba tarde a las fiestas, tenía el buen tino de aparecer cuando ya casi todos se habían retirado, entonces comenzaba la otra fiesta, la verdadera, hasta que el sol nos encontrara sentados en las banquetas dialogando sobre mujeres o de cualquier cosa, haciendo tiempo para ir a la menudería.
     Quizás las muchas copas que he tomado y el concierto de tango en la radio me han hecho ver diferente a la estatuilla que está frente a mí; un obsequio de Ana y Julio cuando parecía que se querían; una Afrodita con el torso desnudo, los pechos al viento y una manta a media nalga. Julio Rocha era nuestro Casanova; un Don Juan o un Valentino, o tal vez los dos al mismo tiempo; tenía estilo. Además algo de Cirano había en él; escribía. Recuerdo una carta a una amiga mutua, una de sus ex´s cuyo nombre no quiero mencionar - el vino me hace hablador mas no imprudente: "... cómo detenerte y cómo pedirte que con el sol no me dejes. Hay bajo esta luna tantas estrellas que no hemos descubierto aún y que quedarán perdidas porque nadie le hallará si no somos nosotros, ya que están ahí para eso; para que juntos tomados de la mano, en una sola voz que sea la fusión de las nuestras amantes, las nombremos con nuestras bocas que sólo han sabido estar juntas bajo las estrellas."


2

     De las suertes que la vida me ha visto hacer la que desempeñé con menos destreza, o mejor dicho, para no andarme con eufemismos, la que ejecuté con más errores, fue la del amor. De las varias mujeres que pasaron por mi vida a ninguna pude retener. No me malentiendas; digo "varias" sin un ápice de vanidad y con un poco de vergüenza: no es de esperar que se salga, de entre tanto fuego, ileso. La vida, siempre generosa, me otorgó, ante los ojos de las desconocidas, el indulto de la duda y no pocas veces, gracias a esto, hice el papel de perseguidor y, en las más, de perseguido. Es cierto; anduve tras las mujeres que creí querer y todas se me fueron como el agua entre las manos. También me escapé de las que debí escaparme, y teniendo erróneamente esto como loable, me fugué, ya por el mero hábito de hacerlo, de las que no debía haberme fugado.
     Si por ventura mi memoria recordara algunos nombres - lo veo improbable - listarlos aquí sería baladí. No creo haber frustrado a alguien y no puedo atribuirme alguna pizca de bondad por ello; simplemente nadie nos da esperanza de nada.
     Siento que hablar de una es nombrar a todas, ¿Para qué distinguir con el nombre un caso de entre los muchos iguales? La repetición no conoce individuos. Sin embargo, me veo ahora en la necesidad de colocar un nombre para proseguir con mi relato: A una de ellas, lo mismo que a cada una y a todas, llamémosle Ana. Ana es un nombre pequeño, sencillo y simétrico. Digamos adecuado: Por donde quiera que se lo vea no añade o quita nada al relato. Comienza con la primer letra del abecedario y después de un simulacro de avance nos regresa inclemente a donde empezamos; a-ene-a. Se adecua a mi historia, que es la historia de mis Anas, o de mi Ana multiplicada: Parado en el centro se puede ver el futuro como una repetición monótona del pasado, Ana que empieza donde termina y así sucesivamente hasta poblar esta vaciedad que ha sido mi vida.
     Mi vida ha sido el sueño de todos, no con esto quiero decir que haya sido envidiable sino que mi vida esta formada por diferentes contribuciones, cada uno a puesto su parte y poco a poco, lo que había de mí en ella, se fue apagando. Ahora, entre tantas imágenes borrosas que tengo de mí, o de lo que debí haber sido, no acierto a descubrir cuando apareció Ana en mi vida. Recuerdo que era hermosa; mis piernas temblaban si la veía acercarse, pasaba a mi lado y yo me sentía desfallecer tras ella. Nunca pude decirle aquellas palabras aprendidas de memoria y tantas veces practicadas ante el espejo para detenerla ante mi un segundo.
     En los días la observaba sin espiarla, adivinaba su voz cuando hablaba; por las noches la buscaba afanosamente en los versos: Luego fuimos pareja.


3

Primero fuiste alguien y después realidad
Luego nos convertimos en letras
¿Qué otras formas secretas
nos depara la vida y la casualidad?
Fuiste realidad tú que primero eras sueño
Luego mis cartas cuando estabas distante
Más tarde fuimos los dos por un instante
Después memorias, recuerdos, sólo eso.


4

     A Julio lo tuvimos que madurar a periodicazos, como solíamos decir, pero una vez que se soltó no hubo quien lo parara. Era de dar envidia, nosotros teníamos nuestras novias eternas; Julio no, él era materia dispuesta. Todos hubiéramos querido ser como él pero no podíamos; La costumbre crea cadenas más fuertes que el amor. Toda chica nueva en el grupo Julio la atendía, fue así como le creció la fama de conquistador. Al principio tardaba, siempre es así cuando se empieza, luego notamos que venían solas.


5

     No sé qué mas decirte, mi vida gira entorno tuyo, tú eres mi sol y mi luna, mi día y mi noche. Duermo para soñarte, mis ojos están para verte, sólo escucho lo que digas y no hay canto que de tu boca no salga. No hay poema que alcance el cielo en sus versos y no te nombre; eres la rima y el ritmo, el color y los colores juntos...
     Sin embargo comienza el amanecer y te desvaneces, te vas como el sueño en la noche no eterna. No sé de nuevo qué hacer. Te vas y ya; no te importa dejarme sin tus ojos, sin tu aliento, sin tu silueta, sin ti.


6

     No puedo continuar más con esto, ni todo el tango ni todas las copas me ayudarían a continuar leyendo. Nosotros hicimos a Julio, lo alentamos con las primeras y le empujamos las siguientes. Siempre fue un idealista, buscaba a Ana en los versos más que en las calles pero lo hicimos un símbolo; un Casanova. Venían mujeres aventureras a colgarse la medalla, una muesca en la cacha; haber sido mujer de él. Fue ese el tiempo en que tuvo más pretendientas. Si no encontró a Ana en los versos, si pudo encontrarse a sí mismo.


7

Eros, Afrodita, Hestia, Helena de ellas su reflejo
Te mostraste hacia mí en forma clara
Luego nunca fuimos y más tarde me invadió la rara
Sensación de mi imagen en tu espejo.


8

     A Ana ya la conocía antes de verla; ella era la superposición de la imagen que yo deseaba de Ana con la imagen que mis amigos me enviaban de Ana. La imagen ideal que yo he tratado de perpetuar contra esa imagen mutante y distorsionada que con frecuencia mis amigos me envían. Para mí, la imagen de Ana es la que deseo, la que creo yo que me gustaría ver. Ellos me entregan otra, la ocasional y, últimamente están las que creen ver en mí una imagen que no es mía, sino la imagen que mis amigos proyectan sobre mí y que ha terminado por suplantar la mía... Yo quise a Ana cuando no era mía, no cuando me la dieron y ella me buscó.



*César Hernández
César Hernández es el tercer hijo de una familia que tiene siete herederos. Nacido allá en la medianía del ´65 en un paseo providencial que incluía una breve estancia en Guadalajara. Circunstancia, más o menos fortuita, que lo autoriza a colgarse el título de tapatío. Ingeniero de profesión y aprendiz de escritor por ocio. Sádico por naturaleza pero con un muy alto sentido de la conciencia, reconoce en su público a los infortunados conejillos de indias de sus primeras letras, razón por la cual aprovecha para poner el siguiente buzón electrónico para acoger las sugerencias o quejas que sus desbalagadas letras puedan generar: cesarhdez65@hotmail.com.