Alejandro Barragán*


Bush, Irak y la pizza desaparecida


   La semana pasada fuí víctima de la prepotencia de la autoridad. El uso de la fuerza pública nunca se justifica cuando de antemano sabemos que se usa injustamente.

   Resulta que por alguna casualidad me estacioné obstruyendo una cochera en servicio... No tenía planeado quedarme mucho rato, ya que la pizza que tenía en la cajuela de mi camioneta (que recien acababa de comprar) la cenaría con mi familia, y quería que estuviera aún caliente.

   No me dí cuenta del tiempo que pudo haber pasado... pero puedo asegurar que no rebasé la hora. Sin embargo cuando regresé al estacionamiento prohibido, me encontré con la víctima de mi descuido y con una grúa de tránsito a punto de remolcar mi vehículo al corralón.

   Los oficiales de tránsito, inmediatamente levantaron el folio correspondiente y afortunadamente, el señor de la grúa se apiadó de mí y desmontó su gancho, mientras hacia un gesto de desapruebo.

   La señora que no se podía estacionar en su cochera, había hecho un escándalo por el incidente. Había reportado mi camioneta a la oficina de tránsito para que la movieran, llamó a la policía para que investigaran si había sido robada, por ser sospechosa de contener droga, y por culpa del olor del queso fundido, también reportó que podía haber un muerto encerrado en la caja de mi camioneta.

   La policía acudió al llamado y le demostró a la quejosa que no había nada sospechoso... que las placas no estaban boletinadas, y después de forzar la chapa de la cajuela, le quitaron el terror de imaginar un cuerpo sin vida y en proceso de descomposición.

   Apenado por todo lo sucedido, me disculpe y me fuí para no causar más corajes a la señora que por mi culpa no se había acostado a las 8:30 como lo hace con regularidad, sin considerar que no le había dado de cenar a sus hijos y haber dejado en riesgo de que su bebé de ocho meses se ahogara con su propio vómito por que su mamá estaría alegando con un desconocido y acusandolo con la autoridad.

   En la primer gasolinera que encontré regreso a casa, me detuve y por pura casualidad, revisé el contenido de mi cajuela... Me daba risa haber sido acusado de contener a un muerto por culpa de una pizza... Sin embargo la risa se congeló cuando me sorprendió el desastre que encontré: Toda la ropa estaba fuera de las maletas, los libros y libretas abiertas, las bolsas abiertas, y por si fuera poco, la pizza, la causante de todo este relajo, había desaparecido.

   No dudé en imaginar al hijo de la paranóica arriba de mi camioneta esculcando las maletas y descubriendo esa pizza virginal... tampoco dudé que la señora pensara que el estacionarme en su cochera podía ser recompensado con una olorosa pizza.

   La policía se prestó con toda esa autoridad que se gana con el uniforme le abrió la puerta a la demandante, y la tipa esquizofrénica salió ganando con una pizza. No sé si la pizza per se haya funcionado como compensación, mas bien considero un simple acto de venganza. "Tu me tapas mi cochera, yo cobro venganza tirando tu pizza a la basura"

   Pero ahora que lo pienso mejor, la policía no tuvo la culpa. No hicieron otra cosa que no fuera su trabajo. Actuaron acorde a la presunta victima quien había solicitado sus servicios.

   Entiendo que la comparación sonará fuera de lugar, -absurda para algunos- pero creo que una situación parecida está pasando entre el presidente Bush contra Irak.

   Por un lado uno, basado únicamente en su agudísimo olfato, acusa al otro de tener bombas químicas en sus bodegas traseras... Para ello solicita a la policía del mundo, hacer una revisión y que abra todas las cerraduras que le impiden averiguarlo por sí mismo... Una vez abierta la puerta, ya veremos qué sale ganando la parte acusadora, puede ser una pizza, petroleo, o el puro placer de haberlo hecho. Donde el placer de haberlo hecho puede ser lo que distrae la atención de los verdades problemas de convivencia en su propio país (desorden y crimenes de cuello blanco en Wall Street).

   Para cuando se demuestre que todo ha sido un error, -ojalá que no encuentren armas biológicas-, cuando se haga la lista de todo lo que haga falta, ya será muy tarde... ya se habrán comido rebanada a rebanada el botín, y será tan difícil recuperar lo perdido, como lo fué para mí reclamarle mi pizza a la doña del coche amarillo.

   Ser el país con mayor tecnología en espionaje, y no mostrar evidencia alguna de acusaciones como las que hace a Irak, resulta cínico. Me parece muy extraño que el presidente de los Estados Unidos tenga tanta insistencia en atacar al país del Golfo... Sin embargo, inteligentemente, escudará sus malas intenciones con la aprobación de la ONU para que con permiso, pueda violar cualquier cerradura que le impida llegar hasta la cocina.

   Confío que la policía del mundo, tenga un mayor sentido común y tenga la capacidad de ignorar las denuncias absurdas de algún quejoso paranóico.

   Eso no pasa con la policía de Zapopan. O igual son victimas de la paranoía de aquellos malintencionados.



*Alejandro Barragán.
Ciudad Guzmán (Zapotlán El Grande, Jal). México. 1976.
Participante en dos años en el "Premio Nacional Juvenil de poesía Elias Nandino" Con: "Yo quiero ser tu luna llena" y con "Si tu eres mi sol..."
Co-director de al margen.