Oscar Huerta*


11-S, la suma de todos los números rojos


     A un año de distancia, el balance de las acciones posteriores al once de septiembre resultan en un saldo negativo. Lo que pudo haber sido una campaña corta y efectiva se convirtió en el camino en una caótica acción propagandística.
     La clave para entender los ataques a las torres gemelas consiste en identificar por su nombre a los responsables (personas, instituciones, gobiernos, etc.) que organizaron y permitieron que se haya concretado el ataque. Generalmente cuando ocurren actos terroristas o guerras formalmente entendidas (una nación contra otra) siempre hay una reivindicación del acto o una declaración de guerra. Una vez que se identifica el responsable es relativamente sencillo buscar y atraparlo o en su caso negociar sobre una base firme de demandas y de posibles soluciones.
     El ataque que tuvo como blanco objetivos civiles, militares y presuntamente políticos (el WTC, el Pentágono y la Casa Blanca respectivamente), lo que hace muy difícil obtener una lectura del alcance y del propósito. Con destinatarios tan heterogéneos se ha desatado una loca carrera de hipótesis basada en sospechas, intuiciones y la poca cantidad de hechos concretos (que se conocen y que se han ocultado). Se puede hablar de hipótesis absurdas, perversas y hasta malintencionadas (de acuerdo a calificativos textuales de articulistas de la prensa mundial), pero ante la falta de certezas es imperativo recurrir a la especulación para obtener la mayor cantidad de posibilidades y en su caso imaginarnos los responsables (de acuerdo a nuestros parámetros lógicos y de conocimiento). No se han encontrado aún responsables directos, pero la incertidumbre ha sido alimentada por el eje Bush-Ashcroft-Rumsfield.
     La población civil ha sido quien ha recibido los golpes frontales en este reciente año, el recuento es sumamente desafortunado: los neoyorquinos han sido muertos por el derrumbe del WTC, otros se han enfermado con el cocktail químico (resultado del colapso de los edificios) que se esparció sobre NY y por último las víctimas sicológicas (los más) quienes vivirán entre el sobresalto y la sospecha. Toda la zona que comprende Paquistán, Afganistán e Iraq ha sido otra de las regiones más afectadas, en el afán por capturar miembros de redes terroristas han sido asesinados miles de personas de la población civil, entre ataques realizados con información imprecisa (procedente de las diferentes facciones de la región) y los errores que devienen en bombardeos sobre la población.
     Las víctimas más indefensas e invisibles son todos los desplazados que escapan de sus lugares de origen con el miedo de ser atacados, o porque los suministros más básicos de supervivencia desaparecen. Los campos de refugiados navegan entre los asaltos de las fuerzas rebeldes y el bloqueo de fondos que Estados Unidos dicta a los organismos de las Naciones Unidas.
     En menor grado el resto del mundo también ha experimentado los golpes en este caso colaterales. El odio infundado hacia ciertos segmentos de la población (asiáticos, orientales, hispanos y otras minorías) de parte de segmentos identificados con la ultraderecha (que no necesariamente miembros de grupos), la discriminación al fenómeno de inmigración desde el sur de Estados Unidos hasta las fronteras europeas próximas a los países asiáticos y africanos. Así como el resto de la población civil de los países potencialmente objetivo de acciones militares y terroristas (Estados Unidos, Gran Bretaña y el resto de Europa, Israel y Palestina, y el resto de los países de la región conocida como oriente medio).

Ser o ser diferente
     Es posible que el ataque al WTC haya sido planeado en primera instancia para demostrar que un sólo golpe obtendría una alta rentabilidad (sumando el número de muertes y la cantidad de terror en el resto de la población). No encuentro simbolismos como el ataque al capitalismo y la libertad, más aún cuando la administración del presidente Bush viene precedida de un fraude electoral en Florida (donde sus amigos y familiares se encargaron de diseñar el fraude y luego boicotear los recuentos) y múltiples escándalos en el manejo contable de las superempresas y en el derrumbe de las compañías punto com. Es un capitalismo y una democracia que hay muy poco que envidiarle.
     El nacionalismo estadounidense ha llevado a la opinión publica a una situación de ser los buenos (por víctimas inocentes y por su envidiable modelo de sueño americano -un sueño inexplicable y del cual hablaré en otra entrega-), se ha reafirmado (al menos eso nos han hecho creer las cadenas informativas) el sentimiento americano, el ser supremo (lo más poderosos, los mejores del mundo). Pero en contraparte el resto del mundo (a excepción de Inglaterra) ha reafirmado su sentimiento en dirección contraria. No estoy hablando de odiar a los Estados Unidos o de erigirse en los enemigos, estoy diciendo en que el mundo parece estar seguro en no querer ser como Estados Unidos, en ser diferentes con los matices culturales y geográficos naturales.
     Afirmar que los ataques son merecidos es llegar a una desafortunada y extrema explicación. Pero no son inútiles las reflexiones que señalan que Estados Unidos ha sido hegemónico y abusivo en el renglón económico, militar y ambiental con el resto de los países del mundo: no ha firmado los protocolos ambientales, ha reactivado la carrera armamentista y no ha respetado las convenciones que prohíben el uso de agentes químicos y biológicos en armas. Ha intervenido y derrocado gobiernos a su antojo o simplemente ha dejado agonizar a otros (como Argentina).
     El conflicto de "ser o ser diferente" a Estados Unidos radica en que el pensamiento políticamente correcto lo marca precisamente (obviamente) Washington. Porque una cosa es coincidir en que eventos como el once de septiembre son inaceptables bajo cualquier circunstancia, y otra muy distinta es estar de acuerdo en bombardear pueblos y derrocar gobiernos en Afganistán, Iraq y Palestina (por nombrar los focos más candentes).
     El discurso tramposo ha dejado a varios gobiernos titubeantes y a la mitad del camino. Bush ha reclamado una respuesta global en lo que ha llamado "un ataque al mundo civilizado" por lo que todos los gobiernos deberían apoyar o por lo menos estar de acuerdo en los ataques que Washington considera los apropiados. Pero es mentira, el ataque ha sido contra Estados Unidos exclusivamente y es probable que haya sido causado por acciones exclusivamente responsabilidad de ellos. El resto de los países de la OTAN no han sido blanco de atentados como para que la OTAN respondiera en conjunto.
     Europa ha guardado la distancia suficiente como para considerar que Estados Unidos e Inglaterra están solos en su cruzada. La opinión de aquellos países (ciudadano y poderes) considera que las acciones anti-terrorismo son excesivas, que van desde acusaciones sin fundamento (Al-qaeda, Hamas, OLP, etc.) hasta medidas de tipo supuestamente preventivas (como el cambio de régimen de Iraq usando la fuerza de ser necesario).
     Mientras tanto y en nombre de la libertad y la justicia, individuos y naciones han estado sufriendo atropellos a sus derechos más esenciales (humanos y soberanía). El trago amargo consiste en no protestar so pena de ser tachado de simpatizante de los grupos terroristas.

La suma de los números rojos
     Un año es muy poca distancia, pero la suficiente como para poder afirmar que hasta ahora el once de septiembre solamente ha resultado ser la propaganda pro-americana más grande y más sangrienta que se recuerde. Nada parece indicar que Estados Unidos (alguna de sus agencias de inteligencia o superpolicias) realmente quiera descubrir los responsables y las causas de los ataques, de ser así, estará usando el once de septiembre como carta en blanco para orquestar cualquier clase de acción que beneficie sus intereses.
     Renunciar a la búsqueda de la justicia será el más catastrófico resultado de los ataques. Es alarmante que tal omisión tenga su origen en que alguna de sus agencias esté implicada en los ataques, o que hayan dejado suceder los hechos y aprovechar la coyuntura en su beneficio. En cualquier caso el balance de las acciones antes y después del once de septiembre son desalentadores. La suma cada día anota más bajas y es difícil que la tendencia se revierta. Habrá que estar atentos para completar una correcta lectura de los eventos. Vendrán aún muchas cosas.



*Oscar Huerta.
Guadalajara, México. 1971.
Co-director de
al margen.