César Hernández*


una tarde con Myriam en el metro


Ante la imposibilidad de adivinar su nombre le inventé uno: Myriam.
Myriam es una mujer de veintidós años, delgada, piel blanca y cabello oscuro. Nada hay de peculiar en su persona. En sus oídos lleva un par de puntos plateados y de su peinado, que me pareció original, penden a cada lado de la frente un par de espirales negras.  Gusta de la lectura, especialmente las novelas en libros gruesos, con muchas páginas y minúsculas letras. Aborrece el maquillaje y sólo se permite a si misma el lápiz labial; en tonos delicados.
Tan pronto toma asiento en el metro saca de su bolso, que no es pequeño, su infinito libro y se prepara a leerlo. Nada la distrae, su clara mirada se posa sobre las páginas amarillentas que sostiene con sus manos. No le preocupa el paso de las estaciones del metro; quizá porque sabe que el trayecto no puede ser mas corto que su libro.


Algo en su mirada ha cambiado; estática sobre el libro acompaña a Wanda, la protagonista de la novela, a su dormitorio. La sabe cansada y comprende que el sueño y la fatiga le impedirán percatarse del aroma a loción barata que hay en el ambiente.  Mecánicamente se dirige al refrigerador y toma algo de prisa, con desgano. Ya en su habitación Wanda se tiende sobre la cama, de debajo de la almohada saca el libro de pastas gastadas a fuerza de tantas noches de lectura rutinaria. Es el mismo que desde hace años la acompaña en sus noches de mujer solitaria.  Su clara mirada se desliza sobre las palabras y el sueño comienza a cerrarle los párpados.  Concentrada en el libro no advierte el movimiento de la cortina, el aire tibio de verano que entra por la ventana y la sombra que avanza hacia ella... El hombre se acerca al cuerpo dormido, extiende la mano para tocarla, ella se despierta... la última estación del metro.
.


*César Hernández
César Hernández es el tercer hijo de una familia que tiene siete herederos. Nacido allá en la medianía del ´65 en un paseo providencial que incluía una breve estancia en Guadalajara. Circunstancia, más o menos fortuita, que lo autoriza a colgarse el título de tapatío. Ingeniero de profesión y aprendiz de escritor por ocio. Sádico por naturaleza pero con un muy alto sentido de la conciencia, reconoce en su público a los infortunados conejillos de indias de sus primeras letras, razón por la cual aprovecha para poner el siguiente buzón electrónico para acoger las sugerencias o quejas que sus desbalagadas letras puedan generar: cesarhdez65@hotmail.com