Frankenstein o el moderno Prometeo
Marú Ruelas




Claudia Mendoza, Bs As Argentina.


   Frankenstein es considerada por algunos como la primera novela de ciencia-ficción. Escrita por la joven Mary W. Shelley, a la edad de 19 años, Frankenstein nació de una ocurrencia del poeta Lord Byron (1788-1824), quien propuso a todos los que vivieran en su casa, en Suiza, que escribieran una historia de horror como pasatiempo. Sin embargo, la de Mary fue más allá de un simple juego y se convirtió en un reto, fue la única historia que prosperó de tal apuesta.

   La novela está narrada por el capitán de un barco ballenero que viajaba por los helados mares del norte de Rusia. Robert Walton cuenta detalladamente a su hermana Margaret Saville, a través de misivas, las vicisitudes de su viaje y su extraño encuentro con el Dr. Victor Frankenstein. El Dr. Relata a Walton su trágica experiencia por los caminos de la ciencia, en busca del origen humano. Frankenstein describe con horror los resultados de sus experimentos: la creación de un ser monstruoso, nacido de un cuerpo muerto. Apenas logrado su deseado objetivo, consternado por su aspecto, Frankenstein confiesa que abandonó a su criatura. El monstruo se ve obligado a vivir solitario y escondido, aprendiendo, como un niño, todas las bondades y maldades del hombre que observa de los integrantes de una familia. Cuando este ser inocente intenta acercarse a sus mentores, estos lo atacan y huyen atemorizados por el aspecto repugnante que la criatura presenta. Ante esta terrible desilusión, el monstruo busca incansablemente a su creador, lo acosa y lo persigue pidiéndole explicaciones sobre su existencia y presionándolo para que realice a otro ser semejante a él, para que le dé a una compañera que camine a su lado en la soledad a la que está condenado a vivir por su apariencia. Frankenstein se niega a las solicitudes de su obra y éste, en venganza, comienza a destruir todo aquello que pueda ser motivo de felicidad para su creador: mata a su hermano menor, provoca la muerte de una inocente, estrangula a su mejor amigo y asesina a su esposa la noche de su boda. Esta serie de hechos arrastran a Frankenstein hacia la persecución de su monstruosa obra para destruirla. Sin embargo, muere antes de conseguirlo. Finalmente el monstruo llora la muerte de su "padre" y se aleja de toda humanidad, perdiéndose entre las heladas tierras del Norte en busca de un lugar solitario para morir.

   Frankenstein fue publicada a principios del siglo XIX (1818), cuando todavía el romanticismo ejercía influencia en la literatura (este movimiento empezó a decaer a mediados del siglo XIX). Cabe apuntar que a finales del siglo XVIII comenzó a producirse una división entre la novela educativa o realista y la clasificada dentro de lo "fantástico"
(1).

   Así pues, en pleno "siglo de las luces", la literatura fantástica moderna se inició con la llamada "novela gótica", que hacía referencia a todo lo medieval y que era considerada como algo inferior, irracional o primitivo, pero que portaba interesantes aspectos sociales. No obstante, este tipo de novela encontró una gran aceptación, toda vez que surgió como una reacción ante el racionalismo (tinte rebelde por excelencia del Romanticismo). Las novelas de aventuras inverosímiles, de ambientes históricos y de fantasmas abundaron en las creaciones literarias de la época. La novela gótica (irracional e inverosímil) se contrapuso, pues, a la novela educativa, suscitada en la Ilustración.

   Un dato importante en el contexto histórico-científico de la época de Mary es el descubrimiento del "galvanismo". En 1790, Luigi Galván (1737-1798) descubrió lo que se creyó entonces una especie de carga eléctrica animal, a la cual dio el nombre de galvanismo. Posteriormente, en 1800, Alessandro Volta (1745-1827) pudo demostrar con su famosa pila que las descargas eléctricas provocaban contracciones musculares, aun en los cadáveres. De esta forma, la novela de la joven Mary sorprende por la fe otorgada al progreso científico (típico del positivismo del momento), pues no olvidemos que Frankenstein
(2), compuesto de miembros y órganos de cadáveres, adquirió la vida mediante la electricidad.

   Este hecho sobrenatural no sólo caracteriza lo gótico de la novela, sino que reafirma la escuela romántica dentro de la que está inscrita. Si bien el Romanticismo pondera la libertad de las convenciones y la tiranía, así como el valor de los derechos humanos y la libertad humana, Frankenstein se constituye como un reclamo a la validez de estas garantías. ¿Por qué Frankenstein tiene que ser físicamente normal (convencional) para ser considerado como los demás? ¿Por qué su calidad humana tiene que ser juzgada por su apariencia? ¿Por qué tiene que ser presa del desprecio, la tiranía y la crueldad, si sólo busca cariño y comprensión?

   ¿Es equitativo que yo sea juzgado como criminal, como el único criminal, cuando toda la raza humana pecó contra mí? ¿Por qué no odian a Félix, que rechazó con asco a su amigo desde la puerta? ¿Por qué no desprecian al rústico que quiso matar al salvador de su hija? ¡No! Ellos son virtuosos e intangibles. Yo soy miserable y abandonado, soy un aborto de la naturaleza, a mí se me debe despreciar y rechazar. Todavía me arde la sangre al recordar tanta injusticia.(p. 216)
(3)

   La sociedad no sólo es la madre de los vicios, también es la madre de los prejuicios. La diferencia de Frankenstein, más que hacerlo especial, como pretendió en un principio su creador
(4), lo hizo aborrecible para la humanidad, ante la cual sólo encontró rechazo, repulsión y agresión. Frankenstein era un ser noble e inocente, pero la sociedad lo convirtió en un monstruo:

   ...Frankenstein era bueno, mi alma rebosaba de amor y humanidad. Pero ¿no ves que estoy solo, miserablemente solo? Si tú, mi creador, me aborreces, ¿qué puedo esperar de tus semejantes que no me deben nada? Me desprecian y me odian". (p. 100)

   El esqueleto de la novela es el formato epistolar, característico del Romanticismo. La elección de esta forma es relevante, ya que proporciona un toque intimista al relato y le concede cierto halo de veracidad. La finalidad de esta técnica se explica con la contraposición de lo científico y lo fantástico, pues hay que hacer creíble la historia que se están narrando, y qué mejor que a través de cartas, donde la última incluye el testimonio y el diálogo directo de Walton con Frankenstein. Además, la emisión de cada carta sirve para mantener el suspenso y el interés en la historia, ya que por lo general terminan en un pequeño clímax, invitando al lector a continuar con la lectura. No olvidemos que el objeto de la literatura gótica radica en la oposición de la postura didáctica de la Ilustración y que busca despertar el asombro y el interés del lector.

   Dos son los intertextos que descansan en el texto de Mary W. Shelley: el mito de Prometeo y El Paraíso Perdido de John Milton.

   Prometeo era uno de los siete Titanes y fue conocido como el creador, amigo y benefactor de la humanidad. Junto con su hermano Epimeteo recibió el encargo de crear la humanidad y de proveer a los seres humanos y a todos los animales de la tierra de los recursos necesarios para sobrevivir. Epimeteo (cuyo nombre significa 'ocurrencia tardía' o 'retrovisión') concedió a los diferentes animales atributos como el valor, la fuerza, la rapidez, además de plumas, piel y otros elementos protectores. Cuando llegó el momento de crear un ser que fuera superior a todas las demás criaturas vivas, Epimeteo se dio cuenta que había sido tan imprudente al distribuir los recursos que no le quedaba nada que conceder. Se vio forzado a pedir ayuda a Prometeo (cuyo nombre significa 'prudencia' o 'previsión') y éste se hizo cargo de la tarea de la creación. Para hacer a los seres humanos superiores a los animales, les otorgó una forma más noble y les dio la facultad de caminar erguidos, al igual que los Dioses. Entonces se dirigió a los cielos y encendió una antorcha con fuego del sol. El don del fuego que Prometeo concedió a la humanidad era más valioso que cualquiera de los dones que habían recibido los animales. Estas acciones de Prometeo provocaron la ira de Zeus. No sólo había robado el fuego para los seres humanos, sino que también engañó a los dioses haciendo que ellos recibieran las peores partes de cualquier animal sacrificado y los seres humanos la mejor. En una pila, Prometeo colocó las partes comestibles de un buey, la carne y las entrañas, y las recubrió con el vientre del animal. En otra puso los huesos y los cubrió con grasa. Al pedirle a Zeus que eligiese entre las dos, el dios optó por la grasa y se sintió muy disgustado al descubrir que ésta cubría una pila de huesos. Por las transgresiones de Prometeo, Zeus lo hizo encadenar a una roca en el Cáucaso, donde era atacado constantemente por un águila, que le devoraba el hígado al titán, el cual volvía a crecer cada noche. Finalmente, Prometeo fue liberado por Hércules, quien mató al ave rapaz.

   A Prometeo se le recuerda como el titán sabio y generoso, que eternamente progresa y eternamente sufre; se le recuerda como el creador, el enemigo de Dios y el mártir crucificado.

   Desde el título de la novela, Frankenstein o el moderno Prometeo, ya se avizora el paralelismo y antagonismo al que nos vamos a enfrentar. Mary retoma el mito arriba desglosado y crea un personaje que movido por la ambición del conocimiento
(5), halla su desgracia al jugar al "pequeño Dios" atentando contra las leyes de la naturaleza.

   Aprenda por mi ejemplo, ya que no por mis prédicas, lo peligroso que es la posesión de conocimientos y cuánto más feliz es el hombre que cree que su población natal es todo lo que hay en el mundo, que aquel que aspira a subir más alto de lo que su naturaleza le permite. (p. 54)

   Entre las semejanzas y diferencias que yo encuentro en el relato con respecto al mito, son las siguientes:

   1) Prometeo es el amigo y benefactor de la humanidad. Él hace que los seres humanos sean superiores a los demás animales, dotándolos de una forma noble y de la facultad de caminar erguidos. Por su parte, Victor Frankenstein intenta mejorar la raza humana ("empecé la creación de un ser humano [...] un ser de estura gigantesca, que tendría alrededor de dos metros cuarenta centímetros de estatura y corpulencia proporcionada"), pero su experimento fracasa al contemplar con horror el resultado de su creación, la cual posteriormente se convierte en una amenaza contra la humanidad. La reacción de Victor es muy cuestionable, ya que se horroriza del deforme y monstruoso aspecto físico que él mismo le dio a Frankenstein, y no se detiene a contemplar la parte humana de su creación. El lector puede constatar que Frankenstein es un ser de sentimientos nobles, pero que las circunstancias lo obligaron a reaccionar con violencia, a cometer crímenes y a odiar a la humanidad que lo rechazaba: "Era bueno y la desgracia me hizo un malvado". (p. 100)

   2) El nombre de Prometeo significa 'prudencia' y 'previsión'. Irónicamente, para los dioses, Prometeo cometió una imprudencia al otorgarle al hombre su condición erguida y la posesión del fuego (interpretado como el conocimiento). Victor cometió la imprudencia al transgredir la naturaleza y al crear a un ser "superior" con facultades que rebasan las humanas, pues al ser éste rechazado por el hombre, su respuesta fue atacar a quien le diera la vida e irse en contra de la cruel humanidad.

   3) La transgresión de Prometeo lo condenó a permanecer encadenado a una roca en el Cáucaso, donde era atacado eternamente por un águila que devoraba sus entrañas. Victor no pensó en las consecuencias de ir en contra de la naturaleza. Su ambición por el conocimiento y la búsqueda de resolver el misterio de la vida y la muerte lo condenó a la desgracia, a la infelicidad, a padecer persecuciones y a sufrir la pérdida de sus seres queridos. Prometeo fue condenado por los Dioses, pero Victor Frankenstein se condenó a sí mismo a consumir su vida en pos de la destrucción de su creación.

   Es curioso el hecho que Frankenstein haya sido autodidacta y que haya aprendido las costumbres, bondades y maldades de los hombres a través de textos como El Paraíso Perdido, Vidas de Plutarco y Sorrows of Werther. ¿Habrá sido cosa de la casualidad que Mary colocara como fuentes de conocimiento de Frankenstein a Plutarco, un clásico griego; a Goethe, el clásico de la literatura alemana; y a John Milton, el poeta inglés épico, religiosos y cósmico?

   Lo que sí nos queda claro es que John Milton (1608-1674) está presente en gran parte de la obra y en boca del mismo Frankenstein.

   Cuando Frankenstein enfrenta a Victor, no sólo le reclama su abandono, también le reprocha su irresponsable procedencia científica:

   ¿Cómo te atreves a jugar así con la vida y la muerte? [...] Recuérdalo: soy tu obra y debería ser tu Adán, pero más exacto sería que me consideraras el ángel caído, expulsado por ti de las alegrías y arrojado a la miseria. Por todas las partes veo felicidad de la que estoy excluido. Era bueno y la desgracia me hizo un malvado: hazme feliz y volverá a mí la virtud. (p. 100)

   En estas palabras percibimos un discurso bíblico, pero más adelante esta referencia se concreta en Milton. Ya habíamos dicho que Frankenstein leyó El Paraíso Perdido (1667) y esta obra evoca precisamente la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. Así pues, Frankenstein hace gala de su erudición autodidacta y de manera muy emotiva se dirige a su "padre" con las siguientes palabras:

   Más El Paraíso Perdido dio lugar a emociones diferentes y mucho más profundas. Lo tomé por una historia verídica, como había tomado los otros libros caídos en mis manos. Era maravilloso y espantoso al mismo tiempo aquel relato del Dios omnipotente trabado en guerra con sus criaturas. Lo mismo que Adán, yo tenía al parecer lazo alguno con ningún otro ser, pero, en sus restantes aspectos, la situación de Adán era muy distinta a la mía. El había salido de las manos de Dios convertido en una criatura perfecta, feliz y capaz, cuidada especialmente por su creador, estaba en situación de hablar con seres de naturaleza superior y de adquirir conocimientos de ellos. Yo, en cambio, era un desgraciado, indefenso y abandonado. Muchas veces pensé que Satanás era el ejemplo más claro de mi situación porque muchas veces, al ver la dicha de mis protectores, alzábase en mí, como en él, la amarga bilis de la envidia [...] Yo, como Satanás llevaba un infierno en mi interior y, al comprender mi aislamiento, quería destrozar los árboles, esparcir la destrucción a mi alrededor, para sentarme luego a contemplar con fruición aquellas ruinas. (pp. 128 y 134)

   El reclamo está presente. Frankenstein recrimina el abandono al que fue expuesto y se identifica con la historia. El paralelismo Dios-Victor Frankenstein / Adán- Frankenstein y Satanás- Frankenstein es obvio. Victor fue su creador y lo abandonó, lo "expulsó" de toda posibilidad de felicidad al igual que Dios lo hizo con Adán, con la diferencia bíblica de que Frankenstein no lo desobedeció, sino que su "pecado" fue haber nacido con un aspecto monstruoso. La identificación con Satanás también es comprensible, pues así como este ángel desgraciado, expulsado del cielo por sus envidias, es repudiado por Dios, así también Frankenstein vive el desprecio de su propio creador y su desdicha era todavía más amargada por la envidia que sentía por la felicidad ajena. Y como bien lo dice, vivía un infierno interior por la impotencia que lo colmaba.

   Frankenstein trata de encontrar en la obra de Milton el objetivo con que éste la escribió: "justificar el comportamiento de Dios hacia los hombres", pero aplicado a su situación. Por ello también se encara con su "padre" y le manifiesta su necesidad de vivir con la compañía de alguien que lo entienda y que sea como él, de alguien que no le señale sus "diferencias", de alguien que sea su "Eva":

   'Maldito sea el día en que recibí la vida' [...] 'Maldito sea mi creador' ¿Por qué me habrá dado forma de monstruo, tan repugnante que hasta tú te alejaste de mí? Dios, en su bondad hizo al hombre hermoso y agradable a su imagen y semejanza: en cambio, mi forma es una miserable deformación de la tuya, más horrible aún por esa misma semejanza. Satanás tuvo a sus compañeros, diablos como él, que lo admiraban y alentaban. Yo por mi parte, estoy solitario y odiado
(6) [...] Estaba solo. Recordé la imploración de Adán a su Creador, pero ¡dónde estaba el mío? Me había abandonado y lo maldije en mi amargado corazón [...] Estoy solo y miserable y nadie querrá unirse a mí, pero en cambio no me negará compañía quien sea tan horrible y esté solo como yo. Mi compañero deberá ser de mi misma especie y tener los mismos defectos. Tú debes crearlo. (pp. 120, 121 y 141)

   La referencia de Milton y El Paraíso Perdido en Frankenstein nos sugiere contemplar la creación de un ser viviente (Dios-Adán / Victor- Frankenstein), la maldad y la venganza (Dios-Satanás / Victor- Frankenstein), así como el aislamiento y la hostilidad.

   La obra de Mary W. Shelley sorprende no sólo por la historia del monstruo creado por el hombre, metáfora que se traduce en el reflejo del mismo hombre y sus acciones, sino por la severa crítica hacia la sociedad y hacia la humanidad en general, por el cuestionamiento de la ética y el trabajo científico (que en la actualidad lo podemos aplicar al polémico descubrimiento del mapa del genoma humano y los trabajos de clonación que se han realizado), así como por la sensibilidad con que dibuja a Frankenstein, la erudición que descansa en la obra
(7), la moraleja y la invitación expresa al lector para que reflexione sobre los temas que plantea la obra.



(1) Recordemos que el romanticismo se caracteriza por su entrega a la imaginación y a la subjetividad, por su libertad de pensamiento y expresión, por la idealización de la naturaleza, y por el predominio de la imaginación sobre la creación, la emoción sobre la lógica y la intuición sobre la ciencia.
(2) En adelante llamémosle así a la criatura de nuestra novela.
(3) Todas las citas sacadas de Mary W. Shelley. Frankenstein, 2 ed., Editores Mexicanos Unidos, México, 1999.
(4) "Dudé al principio entre intentar la creación de un ser como yo o de un organismo más simple, pero mi agitación estaba demasiado excitada por mi primer triunfo para permitirme dudar de mi capacidad para dar vida a un animal tan complejo y maravilloso como el hombre [...] Empecé la creación de un ser humano [...] resolví, contrariamente a mi intención primitiva, hacer un ser de estatura gigantesca, que tendría alrededor de dos metros cuarenta centímetros de estatura y corpulencia proporcionada. (p. 54)
(5) Lo cual nos remite de inmediato a los orígenes del Romanticismo y al famoso Fausto de Goethe.
(6) "The fallen angel becomes a malignant devil. Yet even that enemy of God and man had friends and associates in his desolation; I am alone". Tomado de Gilbert Highet, La tradición clásica, tomo 2, FCE, México, 1986.
(7) En este aspecto no podemos negar la influencia de su marido, Percy Shelley, pues Shelly hizo la traducción de Las Metamorfosis de Ovidio y admiraba los trabajos de John Milton.

Bibliografía:
GRAVES, Robert. Los mitos griegos, tomo 1, Alianza Editorial, México, 1987.
HIGHET, Gilbert, La tradición clásica, 2 tomos, FCE, México, 1986.
Introducción a la mitología, Fernández Editores, México, 1992.
OVIDIO, Las Metamorfosis, Porrúa, México, 1977, (Col. Sepan cuantos... No. 316).
SHELLEY, Mary W. Frankenstein, 2 ed., Editores Mexicanos Unidos, México, 1999.



Marú Ruelas.
Marú Ruelas, es tapatía de nacimiento y modelo '78. Como los Contemporáneos, vive de la burocracia, y eso le ha permitido estudiar la Licenciatura en Letras Hispánicas, idiomas, piano y actualmente la Maestría en Estudios de la Literatura Mexicana de la UdeG. Su faceta de comentarista de literatura responde más a su inclinación por la lectura que por la creación literaria. Le gusta la cerveza, el tequila y el brandy "Torres". Ha trabajado en periódicos y revistas (Siglo 21, El Periódico de Jalisco, Kiosco, Argos), donde aprendió algo de diseño editorial. Le va al Atlas (aunque gane) y le gustan las tortas de mole que venden afuera del estadio. Y, a pesar de no ser de su generación, posee una nutrida colección de CDs de los Beatles.