Homenaje a Lovecraft
Guillermo García



A Eduardo Blanco




   Organizaron un homenaje a Lovecraft. Como me invitaron a pronunciar unas palabras, consideré prudente releer algunos pasajes de su obra. Estaba en eso cuando llamaron a la puerta. Eran unos hombres circunspectos que venían a entregarme un telescopio para aficionados que yo había comprado. La lectura, debo admitirlo, quedó abandonada por ese día. Me aboqué entonces al armado del artefacto y, para cuando hube terminado, era ya de noche. Salí con él al patio y primero observé, previsiblemente, la luna y varias estrellas de magnitud considerable. Luego me concentré en un sector vacío y negro situado en el extremo noroeste del firmamento, apenas a la izquierda de las Pléyades. Progresivamente divisé una especie de nebulosa blanquecina a simple vista inexistente. Luego regulé un poco los cristales y pude percibir, con bastante nitidez, la forma de un ojo. Anidaba en él una malignidad inconcebible por lo ajena. Superior a cualquier abominación que yo, hasta ese momento, pudiera haber imaginado, la existencia de esa entidad surgida de lo más recóndito del espacio y del tiempo contaminaba la plenitud de un cielo que, a mis ojos, ya nunca volvería a ser el mismo. Me sentí su objeto. No quise ver más y a la mañana siguiente, después de una noche asediada por pesadillas inciertas, redacté una breve nota dirigida a los organizadores donde comunicaba, con las debidas disculpas del caso, mi imposibilidad de asistir al homenaje.



Guillermo García.
Argentina. 1966.
Profesor asociado de Literatura Latinoamericana I y II en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Ha publicado ensayos de crítica literaria en diversos medios nacionales y extranjeros. También es autor de un libro de poesías, Evidencias (2003).