con los pies en el Zócalo
patricia romana bárcena molina




     Saldrán a la luz infinidad de imágenes capturadas por las cámaras durante la Marcha del Silencio que se realizó el domingo 24 de abril en la Ciudad de México, en defensa de la democracia; la marcha que encabezó Andrés Manuel López Obrador y que fue seguida por más de un millón de mexicanos, en aparente silencio, que reclamamos un destino mejor para el país. Sin embargo, las imágenes captadas por los ojos de los asistentes no serán iguales ni de rápida revelación, tendremos primero que asimilarlas para poderlas interpretar. Hay un pueblo unido por una causa común: la esperanza, que hoy personifica Andrés Manuel López Obrador, líder natural, luchador social y hombre coherente en tiempo de ambigüedades. Quitarlo mañosamente de la contienda electoral para el 2006 equivale a hacer a un lado a la gente que peleó codo a codo, sin violencia, un espacio en esa marcha, a la gente que tiene derecho a participar libremente en la elección de su próximo presidente. Es hacer a un lado otra vez a los olvidados, es hacer a un lado la fuerza de trabajo de los mexicanos para sustituirla con productos manufacturados en el extranjero, es hacer a un lado la integridad del patrimonio nacional para entregarlo al mejor postor.

     Leer en camisetas, pulseras, pancartas, ¡NO ESTÁS SOLO! equivale a decirnos a nosotros mismos ¡NO QUEREMOS ESTAR SOLOS! Se ha producido un fenómeno social de incalculable dimensión. El roce brusco de los cuerpos ante la multitud no produjo descontento entre la gente, al contrario, misteriosamente, provocó una sonrisa con el compañero de banqueta que avanzaba a nuestro paso. Pero, la violencia no estuvo del todo ausente entre los que quisieron aprovechar el evento para reclamar a su manera. Las esquinas de Madero y Palma fueron tomadas a temprana hora por representantes de los vendedores ambulantes del centro de la ciudad, que se organizaron en valla para impedir el paso a cualquier persona sin distinguir cargo público, nacionalidad, ocupación o partido político. Sus rostros no reflejaban solidaridad con la causa sino prepotencia. Se autonombraron grupo de apoyo y advirtieron que sólo dejarían pasar a Andrés Manuel. Como la consigna era evitar provocaciones, consiguieron hacer retroceder a los elementos de seguridad pública y de atención ciudadana. No hubo poder humano que los despojara del lugar. Alguno de ellos repitió varias veces que ellos eran la ley. Las personas que quedamos casi atrapadas en esa esquina mantuvimos la calma por más de tres horas, tiempo suficiente para observar sus actitudes y acumular esas imágenes de las que hablé al principio. ¿De qué personas se trata?, ¿cuál es su lectura de los acontecimientos que tienen convulsionado al país?, ¿de qué lado están?, ¿por qué ese resentimiento hacia los que no pertenecemos a su grupo? Si ellos se dicen ser la ley, ¿cuál es su concepto de ley?, ¿de qué pueden ser capaces ante una provocación? y ¿cuántos son en realidad?..Por fin se acercó el contingente y se empezaron a formar las cadenas de las redes ciudadanas. A lo lejos, apenas con la lente de la cámara, pude distinguir al grupo que rodeaba por completo a Andrés Manuel. Tomé algunas fotografías en las que lo capté abrazando a su hijo menor con el brazo derecho y levantando el izquierdo para saludar. Se abrió la temible valla de los vendedores ambulantes que se colocaron al frente del contingente. Tal vez eso era lo único que querían asegurar… La emoción de entrar al Zócalo al mismo tiempo que Andrés Manuel me hizo olvidar el incidente. La lluvia de papeles que salían de los balcones hizo una sombra, de pronto pareció que el sol se había ocultado, pero no, ahí seguía iluminando la Plaza de la Constitución y el templete colocado frente al Palacio Nacional. Andrés Manuel siguió avanzando y nosotros fuimos detenidos con rejas metálicas. Nadie protestó. Me perdí entre la gente por los portales donde había otro escenario, gente que había pasado la noche apartando un lugarcito, ancianos, niños, mujeres, hombres esperando la llegada de Andrés Manuel para escuchar sus palabras y, sobre todo, para romper el silencio de la marcha y gritar ¡NO ESTÁS SOLO!, ¡OBRADOR, OBRADOR, OBRADOR!

     Me emocionó oír a la gente tan contenta a pesar del cansancio y del mínimo espacio que nos quedó cuando ingresaron los contingentes que venían por todas las calles que rodean el Zócalo. Nunca tantas caras a mí alrededor me parecieron tan conocidas y cercanas. No estamos solos, nos tendremos unos a otros mientras compartamos un ideal y estemos dispuestos a luchar pacíficamente por él.





patricia romana bárcena molina
Subdirectora de al margen . net
Estado de México.
Maestra en educación especial. Directora del Colegio Vallarta Arboledas.