la invención de Adolfo Bioy Casares
oscar huerta




Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro.


     Adolfo Bioy Casares nació en Buenos Aires en 1914, pero se inventó a sí mismo en 1940 cuando publica -su libro más celebre y emblemático- La invención de Morel.

     Argentino de una generación de narradores multidisciplinarios, y que tuvieron en común la pasión y el fino trato con la literatura fantástica, sólo por mencionar un par de ejemplares casos además de Bioy Casares: Borges y Cortázar. Una virtud que encontramos frecuentemente en estos escritores es la de resolver las tramas justo al final, después de conducir magistralmente las historias, en el último momento viene el milagro: la solución increíble.

     En diferentes ocasiones, a la pregunta de por qué sus narraciones fantásticas eran tan verosímiles, Bioy Casares hacía énfasis en que la narración debía tener una gran dosis de realismo, afirmaba que se le tiene que dar evidencias al lector, no importa que estas evidencias sean falsas. Este rasgo es común a los escritores latinoamericanos catalogados en el género del "realismo mágico".

     No podemos hablar de literatura de ciencia ficción porque no tiene por objeto demostrar alguna viabilidad técnica (a pesar de que Borges en algunos escritos maneja muchos datos); la literatura fantástica por el contrario registra el milagro, encuentra los eventos extraordinarios que efectivamente tiene la vida ordinaria, Vila-Matas dice que precisamente es lo que debe buscar la literatura: lo extraordinario.

     Ignoro en qué medida pueda un escritor construir la estructura de la trama antes de escribirla, pero según transcurre la escritura el autor se va desdoblando, nadie puede escribir lo que no lleva consigo. Por eso al hablar de una obra estaremos hablando en consecuencia de su autor, en alguna de sus facetas. Más aún podemos hacer esta afirmación cuando nos percatamos de que existen puntos en común en los diferentes textos de su autoría.

     Sin embargo, a medida que transcurren las historias de Bioy Casares nos va dejando inquietantes pistas, aparentemente notas sin importancia, como los paréntesis de La invención de Morel. Pistas que solamente la segunda lectura puede encontrar. Pistas que nos sugieren el final, y que sin embargo el envolvente y delicioso desarrollo de la trama nos oculta.

     Hablaré de dos obras, La invención de Morel por ser la más representativa, el libro que se ha convertido en clásico de la literatura y En memoria de Paulina, elección meramente personal, genial igualmente.


     Así como anteriormente argumenté que la obra refleja al autor, también ésta se inserta como representativa del universo, una cosmovisión a partir de un punto único y singular. En La invención de Morel encontramos la eterna empresa del hombre por encontrar la forma de hacerse inmortal, pero el matiz consiste en la inmortalidad no entendida intrínsecamente como el acto de vivir por siempre per se, sino en función de otro más noble fin.

     Morel construye una máquina más allá de los medios convencionales, un paradigma que deje atrás sonidos, imágenes y movimientos aislados. Por el contrario logra integrarlos con sensaciones y materializar lo que captura.

     No sólo eso, además va un paso adelante al intentar capturar el alma para completar y por consecuencia poder reproducir íntegramente lo que guarda. Así podría inmortalizarse -y a los seres que ama-. Esta inquietud podemos encontrarla también mencionada en En memoria de Paulina, en un manuscrito de Montero :

El héroe del cuento fabricaba una máquina para producir almas (una suerte de bastidor, con maderas y piolines). Después el héroe moría. Velaban y enterraban el cadáver; pero él estaba secretamente vivo en el bastidor.

     Pero no es Morel el único que busca la eternidad con su invento, también el fugitivo (quien narra y escribe el diario en que se registran los hechos) tras una serie de vicisitudes entiende el funcionamiento y la finalidad de la máquina, es entonces que también se graba para a su vez ser proyectado junto a los demás personajes.

     Adolfo Bioy Casares tiene su particular forma de inmortalizarse, ha escrito una abundante e indiscutible obra. ¿Está el autor conciente que su obra lo inmortalizará? ¿Lo busca?

     Al principio de La invención de Morel el autor (entre paréntesis) nos advierte:

Creo que perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado; sus perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria: retener vivo todo el cuerpo. Sólo habría que buscar la conservación de lo que interesa a la conciencia.


     También se nos plantea un problema, o varios conflictos entre la realidad y la ficción, entre lo temporal y lo eterno, los enumeraré como lo hace Morel en sus apuntes.

a) La convivencia.

     Al fugitivo le lleva varios meses entender el fenómeno de la invención de Morel, al principio huye constantemente y se mantiene escondido temeroso que esos nuevos habitantes de la isla lo delaten a las autoridades y sea capturado para llevarlo a la cárcel. Una vez que decide entrar en contacto con las personas experimenta el inexplicable hecho de ser ignorado: su declaración de amor, su diatriba con el personaje barbudo. La mirada prescindía de mí, como si yo fuera invisible.

     Esos personajes eternos que viven encerrados en una semana que se repite, no pueden ver la realidad temporal, por el contrario el fugitivo puede percibir ambos planos, la realidad y el pasado capturado, al extremo de observar atardeceres con dos soles y dos lunas.

b) La duplicidad.

     Como ya mencioné, la máquina de Morel proyectaba materialmente los objetos. Dos soles y un calor espantoso, dos libros: pero el mismo libro dos veces. Los objetos representados se convierten en inamovibles, las llaves de la bombilla de luz, los muros destruidos que de nuevo se integran infranqueables.

     El espacio no puede soportar dos objetos en el mismo lugar, se convierten en disímbolos. ¿Las imágenes representan realmente? ¿Los fantasmas de Paulina son realmente la misma Paulina?

c) La interpretación.

     Paulina muere de un tiro en una escena de celos. Sin embargo años después sigue apareciendo para su enamorado, pero éste no sabe si: es producto solamente de su imaginación y su constante proclividad al recuerdo de Paulina, si ella regresa para reivindicar su amor, o si se trata solamente de un fantasma producto de los celos de Montero encarcelado. Reflexiona: ¿O todo era un engaño? ¿Yo estaba enamorado de una ciega proyección de mis preferencias y repulsiones? ¿Nunca había conocido a Paulina?

     De la misma manera en La invención de Morel no pueden estar seguros si esas representaciones materiales que se proyectan pueden experimentar lo que fue capturado por la máquina. ¿Vuelven a pensar y sentir cada vez que se repiten?

     La falsa realidad: por la falta de elementos, sin conocimiento de causa no se puede interpretar lo aparente.


     En La invención de Morel existe un rasgo propio de la mayoría de los escritores. El fugitivo huye de la justicia -él se declara inocente- y se refugia en una isla abandonada donde se cuenta que hay una peligrosa y mortal enfermedad, no obstante la advertencia. El trabajo del escritor es por definición en soledad, un oficio o profesión que requiere introspección.

     Constantemente, a lo largo del cuento, el fugitivo se queja de las inclemencias de la geografía del lugar y sus propios dolores, al extremo de mencionar en ocasiones el suicidio, su propia muerte. Ofrezco esta analogía como una explicación a los sinsabores propios de la actividad de las letras, hay incontables casos de escritores que terminan bajo el yugo de su misma mano o de plano en la locura de la incomprensión. Confiesa el fugitivo: …yo soy un escritor, que siempre he querido vivir en una isla solitaria.

     Otra ironía está en que Adolfo Bioy Casares nunca sufrió grandes obstáculos en lo que se refiere a lo económico, y además protagonizó junto a Borges un dueto creativo fértil y poco usual.

     Pero el escritor sí tiene un sentido agudo de observación y de interpretación diferente al del resto de las personas, valga entonces este paralelismo en la figura del fugitivo inocente que termina viviendo en una isla desierta. Pero que a pesar de todo no logra abstraerse de la compañía humana cuando intempestivamente se encuentra con las proyecciones de la máquina de Morel.

     También nos deja ver que las explicaciones que nos pueden revelar la naturaleza de las cosas no están en la superficie, no son disponibles para cualquiera. Esa máquina se encuentra oculta en sótanos en forma de laberintos, protegida por muros. No es sino hasta que el fugitivo abre un boquete en la pared que descubre ese particular mecanismo, y aún así no le es sencillo entender su forma de operación. De igual manera El Aleph de Borges se ubica en un oscuro lugar bajo una escalera. Las explicaciones que nos revelan los secretos se encuentran al final de la obra.


     Omití a propósito lo que considero el eje de toda la trama. Existen las suficientes evidencias para afirmar que Morel estaba enamorado de Faustine, inventó aquella máquina para capturar en la eternidad toda la esencia de Faustine y la de él mismo. Pero tuvo que invitar a todos sus amigos y servidumbre para poder llevarla, hizo lo necesario para tenerla.

     A continuación el fugitivo observa incansablemente a Faustine con sus pañoletas de colores y termina enamorado de su irresistible belleza. Declara al momento de su descubrimiento:

No espero nada. Esto no es horrible. Después de resolverlo, he ganado tranquilidad.

Pero esa mujer me ha dado una esperanza. Debo temer las esperanzas.

…Ayer, hoy de nuevo, descubrí que mis noches y días esperan esa hora.


     Su primer intento, aún a costa de arriesgarse a ser entregado y capturado para cumplir su sentencia, es de hacer contacto con ella, le hace un jardín de flores, le ruega, le declara su amor.

     Una vez que se percata que la mujer y los demás habitantes son sólo una representación material irreal, aún así se empeña en la mujer. Ahora duerme junto a ella, y se da a la tarea de comprender el funcionamiento de la máquina para introducirse en aquella secuencia grabada en discos. Claramente confiesa: Quiero a Faustine, Faustine es el móvil de todo.

     El fugitivo asume el mayor peligro, estudia los movimientos y se las ingenia para grabarse y aparecer charlando, compartiendo las puestas de sol, caminando al lado de Faustine, sin importar que efectivamente la máquina pueda robarle el alma y termine muerto. Muerto, pero por el contrario eternamente proyectado al lado de su amada, repitiéndose una y otra vez.

     El amor como leit motif, cabe especular si el autor escribió su obra movido por la inspiración de su musa, haciéndola inmortal en el personaje de Faustine.

     Así como se repiten las proyecciones de la máquina mientras siga subiendo la marea y se activen los motores, el autor en cada obra regresa por los mismos senderos del ingenio y el milagro de último momento. De igual forma en En memoria de Paulina los ritos, las mismas explicaciones, los mismos pactos se repiten en cada encuentro, la historia se convierte en una ruta circular.

Me sentía alejado de ella, pero cuando la vi me enamoré de nuevo. Sin que Paulina lo dijera, comprendí que su aparición era furtiva. La tomé de las manos, trémulo de agradecimiento. Paulina exclamó:

-Siempre te querré. De algún modo, siempre te querré más que a nadie.


     Tal parece que la condición en el universo de Bioy Casares para que el amor se mantenga puro es que los amantes estén separados, en diferentes planos del tiempo, separados por la frontera de la muerte. Y valga también como una interpretación del mundo, los amores legendarios generalmente se han caracterizado por la desdicha y los obstáculos que tienen que enfrentar, ejemplos sobran y son bien conocidos.


     Más allá de considerar problemas o conflictos como lo enuncié anteriormente, por el contrario en La invención de Morel, En recuerdo de Paulina y las demás obras de Adolfo Bioy Casares; se nos ofrecen múltiples explicaciones, la posibilidad de que existan varios planos y al mismo tiempo todos válidos (como también ocurre más claramente en La trama celeste). Porque al igual la realidad tiene varias interpretaciones, un mismo hecho está compuesto por un mosaico de visiones.

     Se nos ofrecen algunas pistas, pero ninguna concluyente. ¿La máquina realmente despojaba del alma a los sujetos? ¿Faustine seguía viva en algún lugar? ¿El fugitivo finalmente decidiría ir en busca de Faustine, no importa el costo de sus actos?

     De hecho tomaré el riesgo, pero esta nueva relectura de La invención de Morel tuve en un par de ocasiones la sospecha que el fugitivo es el mismo Morel. Quizá haya huido de ser acusado por la muerte de sus amigos, tal vez despojado de su alma por su mismo invento no recuerde el pasado, pero cumpliendo con el destino, con el eterno retorno haya regresado a la isla, a enamorarse de nuevo de Faustine.


     Por el momento creo que no vale la pena entrar en discusiones éticas o morales acerca de la viabilidad o factibilidad de un invento como el de Morel. No estamos hablando de ciencia ficción, por el contrario ocupémonos en encontrar la magia de esa realidad extraordinaria.


     La literatura fantástica nos ofrece más mundos que nos revelan las múltiples fases de la realidad, visiones menos esquemáticas. Una última deliciosa ironía: comprender la realidad desde la ficción.

     Adolfo Bioy Casares muere en 1999, pero no nos extrañe mirarlo caminando por las calles de Buenos Aires del brazo de su eterna Faustine en atardeceres de dos soles.





oscar huerta
Guadalajara, México.1971.
Director de al margen . net