#46     


Amor aéreo
Ahmed Oubali


 Hacía una mañana lúgubre y oscura. El avión rugió sobre la pista del aeropuerto de Barajas, despegó con un fuerte zumbido y ascendió oblicuamente hacia el cielo con destino a Marrakech.

 Los viajeros desabrocharon sus cinturones para ponerse cómodos. Una joven que cubría su cabello con un pañuelo con monedas de oro que le caían sobre la frente, pidió disculpas para cambiar de sitio a un joven que aceptó afablemente. Le explicó que estar pegada a la ventanilla le producía vértigo y ambos se rieron del incidente y se dejaron caer sobre los respaldos cerrando un momento los ojos para descansar.

 Ella era alta, delgada, cutis de maniquí pero sin cosméticos, cuerpo fino y cimbreante. Vestía ropa gris y rosa que le caía formando pliegues hasta los pies. Llevaba un brazalete con incrustaciones de brillantes en su muñeca izquierda y su aspecto general denotaba educación y opulencia. Él era de ojos castaños, pelo negro como el azabache. Iba también bien ataviado y era suave en sus modales. En el asiento delantero, una mujer se puso a cambiar de posición al niño que no cesaba de llorar; lo puso en su regazo y, para acallarlo, tiró de la cremallera de su chilaba, sacó el seno izquierdo y acercó al bebé para que mamara. Su compañero de asiento, un hombro corpulento, con un grotesco bigote y pelo rizo, se quedó furtivamente mirando de reojo al seno erecto y opulento de la joven madre, sin pestañear. En el lado contiguo, a la derecha, otra mujer se arrellanó cómodamente en su asiento, desplegó el diario La Mañana y se enfrascó en su lectura, sin notar que el hombre sentado a su derecha la escudriñaba discretamente, impresionado visiblemente por los encantos con que la naturaleza obsequiaba magnánima y generosamente a ciertas criaturas femeninas. Era una mujer bellísima, de formas esculturales, rubia, de ojos azules y labios carmíneos. Llevaba cabello recogido en un gran moño en la nuca. Vestía una atrevida creación en azul marino y blanco que le daba un aspecto distinguido.

Ella parecía muy preocupada y tenía el ceño fruncido. El hombre miró los titulares del periódico y comprendió la preocupación de la joven: " Una mujer recién casada castra a su novio y se suicida"; "Una joven seropositiva logra contaminar a varias personas, por venganza". Desplegó su propio periódico y notó que aquellos títulos eran casos aislados y sensacionalistas, destinados a un público específico. Se interesó por la página de política nacional y no pudo contener su emoción: tras una larga e ingrata sequía, la situación volvía a su curso normal, con un rebrote general de la vegetación y el abastecimiento oportuno en recursos hidráulicos. En cuanto a los labradores e inversores extranjeros todos manifestaban su euforia y confianza en el porvenir.

Un fuerte codazo sacudió al hombre y le hizo volver la mirada hacia su compañera de asiento, quien se apresuró a disculparse:

-Lo siento, dijo con voz suplicante, me disponía a abrir el bolso para sacar caramelos cuando, debido a la sacudida del avión, le di a usted este golpe sin querer.
-No se preocupe, son cosas que ocurren, le dijo él tranquilizándola.
-¿quiere un caramelo?, invitó con acaloramiento.
-Gracias, aceptó el hombre, llevándose la golosina a la boca, mm, muy delicioso, prosiguió.
-Son de chocolate con anís, dijo orgullosa, luego agregó: me llamo Aurora Gómez y soy periodista.
-Encantado. Yo soy Adel Sekal. Acabo de terminar mi carrera de ingeniero de minas y vuelvo a casa definitivamente.

 Miró al joven y, por primera vez, pudo recrearse en su contemplación, estudiándole a su antojo. Era también alto y de formas esculturales; pero moreno, de ojos castaños, cabellos y cejas de un negro profundo. Tenía también un aspecto pulcro y distinguido.

-¿Cómo se dice en árabe dialectal "perdone" y "Gracias"?
-"Smahli" y "Shukran".
-pues le digo Smahli por lo del codazo y Shukran por su indulgencia.
-Estupendo. Lo pronuncia muy bien.
-¿Otro caramelo?

 Adel aceptó gustoso, engulló el bombón y preguntó:

- ¿Va usted en misión o de vacaciones?
-Ambas cosas, para serle franca. Me han elogiado mucho su país y pienso descubrirlo por mi cuenta.
-Si quiere, tendré mucho placer en ayudarle a visitar mi ciudad natal.
-Muy agradecida. Supongo que necesitaremos mucho tiempo…
-Por lo menos una semana para ver lo esencial.

 Una azafata morena y sonriente se acercó e interrumpió su conversación, obsequiándoles con un suculento almuerzo con refrigerios.

 La joven del brazalete y su compañero, que habían ya alcanzado una intima amistad, zamparon el pollo con arroz e insatisfechos, sacaron dos desbordantes bocadillos de sus bolsos de plástico y los engulleron también. El hombre del grosero bigote, que no dejaba de escudriñar a la joven y embelesada madre, se dejó finalmente guiar por su impulso e invitó a su compañera a compartir con él unos deliciosos pasteles madrileños, como postre. La joven aceptó, mientras un vivo rubor se extendía por sus mejillas que pronto empezaron a irradiar múltiples colores. Hasta sus orejitas se sonrojaron, cuando su compañero le dijo que no entendía cómo una bellísima criatura como ella viajaba sola.

 Cuando hubieron terminado de almorzar, les proyectaron una película que resultó ser de violencia. Aurora se disculpó para echarse un momento y Adel hizo lo mismo. La joven cerró los ojos y la imagen de Pedro irrumpió en su mente. Recordó que empezaron a reñir tras el divorcio de los padres de ella. El joven empezó a distanciarse, luego a evitarla. Finalmente se separaron sin más. Al borde de una depresión nerviosa, fue a consultar a un psiquiatra que le aconsejó cambiar de vida viajando y descubriendo otros horizontes. "Viajar es morir un poco", pensó. Sus ojos, aunque cerrados, no pudieron detener dos grandes lágrimas que brotaron y resbalaron por sus mejillas.

 En aquel preciso instante, por cambiar el avión de trayectoria, los viajeros se sacudieron y Adel se irguió en su asiento, miró a Aurora y descubrió que sus ojos estaban humedecidos.

-Si puedo hacer cualquier cosa, le dijo, solícito, entregándole una toalla desechable.
-Lo siento, contestó con voz apagada, recordé cosas amargas de mi vida.
-A veces es bueno llorar para borrar cosas...
-Las mujeres somos tan sensibles y débiles...
-Usted tiene todo para ser feliz: juventud, belleza, salud, carrera, inteligencia…
-Alguien me abandonó cuando más necesitaba su ayuda...creí que me quería.
-¡Qué curioso! exclamó él, arqueando las cejas, a mí también me ocurrió lo mismo.
-¿Qué le pasó exactamente?
-Una historia banal y ordinaria. Me enamoré de una española que estudiaba conmigo y cuando pensamos casarnos últimamente, su familia se opuso categóricamente a nuestra unión. Ella tuvo que elegir y prefirió a sus padres.
-Por incompatibilidad cultural, supongo...
-Sí. Rechazó la idea de venirse a vivir aquí conmigo.
-¡Qué barbaridad! La pobre no sabe que Marruecos ha evolucionado bastante durante estos últimos años y que es la mezcla de culturas que hasta ahora ha permitido que las civilizaciones progresen y se enriquezcan...
-Según comprendo, sus padres se mostraron opuestos al matrimonio mixto.
- ¿Y qué tiene de malo un matrimonio mixto? ¿Acaso en los demás matrimonios no hay divorcios, dramas y tragedias? No entiendo cómo puede una religión, una cultura o una nacionalidad separar a dos personas que se quieren de verdad...
-Aurora, le agradezco que me haya devuelto la confianza en la gente y en mí.
-¿Qué le parece si brindamos por los matrimonios mixtos? dijo ella, sacando una botella de zumo de melocotones y dos cubilotes.
- Buena idea.

 En el asiento contiguo, el joven del pelo azabache y la bella del brazalete parecían absortos y sumidos en una conversación interesante. Ella hablaba con voz dulce y acariciadora. Él escuchaba con radiante júbilo. Súbitamente se abrazaron y besaron con ardor. En el asiento delantero, la joven madre y su compañero mantenían también una conversación entretenida y enternecida. Sus miradas eran ansiosas, solícitas y lánguidas. Aurora y Adel veían que las dos parejas se comportaban como viejos enamorados. El hombre tenía al bebé en sus brazos y la madre le tarareaba en voz baja una canción de cuna para que se durmiera.

-Según los pocos fragmentos de conversación que he podido captar, aclaró Adel, la joven madre acaba de divorciarse y vuelve a casa de sus padres. Su compañero le propone casarse con ella y ocuparse del niño. En cuanto a la otra pareja, acaban de comprometerse individualmente y lo harán oficialmente cuando lleguen a Marrakech.
-Dios mío, exclamó Aurora, atónita, con qué facilidad se cruzan ciertas vidas… ¡Qué fácil es lograr aquí la felicidad! ¿Suele ocurrir así en su cultura o es pura magia del cielo en que volamos?
-Ambas cosas. Idilio aéreo y encanto bereber, musitó él enigmáticamente, luego agregó, cambiando de tema:
-¿Qué le gustaría hacer mañana, para empezar?
-¡Uy! Muchas cosas. Y antes que nada, un baño cultural: comer platos vuestros, beberme ese té delicioso con hierbabuena, pintarme los ojos con khul, tatuarme las manos y los pies con hena, comprarme estatuillas, vestirme con traje bereber y viajar por el sur profundo. En esto consiste mi reportaje etnográfico.
-¡Vaya programa! Tendré que avisar a mis hermanas para que la ayuden...
-¿Cree que al final me será posible aprender unas palabra en bereber?
-Por supuesto, apoyó él.
-Quisiera que me aclarara unos puntos. Es que me hago todo un lío: sois a la vez marroquíes, bereberes, árabes, musulmanes, moros, magrebíes...
-No es difícil. Los árabes (habitantes de Arabia Saudita), tras convertirse al Islam, conquistan e islamizan a Marruecos (palabra calcada sobre "Marrakech" y que significa "occidente"), antes inicialmente habitado por Imazighan (que significa "hombres libres") llamados "bereberes" por el invasor, a semejanza de los Griegos y romanos que llamaron " bárbaros" a sus protegidos. En cuanto a "moros", es una palabra que nos viene de nuestros vecinos mauros o Mauritanos con quienes tuvimos antiguamente lazos históricos, sin más. Por fin, la palabra " magrebí" es un adjetivo de "Magreb" (occidente también) pero región que abarca a los tres países que ya conoce.
-¿Cómo entró el Islam en el país?
-Difícilmente, tras setenta años de una lucha encarnecida. Anteriormente el país se judaizó y cristianizó sin problemas. Somos un país tolerante, pues hay iglesias y sinagogas también…
- ¿Y en cuanto al idioma bereber?
- Tenemos tres dialectos muy diferentes.
-Bueno, tomaré notas a su debido tiempo. A ver, cómo se dice "yo quiero beber agua" en rifeño, es sólo para escuchar los sonidos.
-Nash Jsagh adaswagh aman.
-¡Qué melódico pero difícil! Supongo que existe una gramática sistemática.
-Claro. La transcripción original se ha perdido, pero ahora se intenta recuperarla. Antiguamente el idioma se transcribía en púnico, luego en latín, en romano y ahora, indiferentemente en cualquier lengua internacional.

 El avión empezó súbitamente a perder altitud y los viajeros pudieron paulatinamente vislumbrar las primeras palmeras, el color rojizo del relieve y la vegetación propia a la ciudad eterna. Aurora se inclinó hacia la derecha, deshizo su moño y echó la cabeza atrás. Sacó del bolso un pequeño espejo y se retocó los labios, pintados ligeramente de rosa. Luego sacó un perfumador y se aplicó unas gotitas detrás de las orejas. Percibió por el rabillo del ojo que Adel la estaba desnudando con la mirada.

 Su cabellera rubia exhaló una fragancia embriagadora que no dejó indiferente al hombre. Una sensación de felicidad pareció reflejarse en sus facciones que no escapó a la mirada aguda de la pareja que ocupaba el asiento contiguo. Los dos jóvenes le lanzaron una sonrisa cómplice. Por su parte, Aurora intentaba analizar sus confusos sentimientos.

 Curioso destino el suyo. Se creía desgraciada. Pensó que viajar era olvidar desdichas y morirse un poco. Creyó que nunca encontraría la felicidad. Sintió de repente una profunda sensación de triunfo. Había huido de aquella tenebrosa historia, de aquella insoportable niebla… para encontrarse con la luz…

 Comprendió que el hombre que la acompañaba ahora la atraía irresistiblemente. La embargó súbitamente una sensación de euforia nunca experimentada antes. Sintió que debía besarle. Tenía que hacerlo. En su movimiento, dejó caer deliberadamente el capullo de rosa, que tenía en el ojal de la solapa, sobre las rodillas de Adel. Éste se agachó, aún aturdido por la fragancia de la joven, para recoger la rosa, aspiró su aroma y al erguirse sus rostros se rozaron, como ella había imaginado.

-Adel, yo…

 La besó. Le correspondió ella, entregándose cuerpo y alma.

-¡Contigo ahora todo es mágico!, susurró él, luego miró por la ventanilla y añadió, ya llegamos. Bienvenida a tu nueva casa.



Ahmed Oubali
Tetuán, Marruecos.
Catedrático de Semiótica de Textos en la Escuela Normal Superior de Tetuán. Licenciado en Filología, Traducción y Periodismo, es Doctor desde 1990 por la Universidad Rennes II de Haute Bretagne (Francia), en la que defendió su Tesis Doctoral titulada Les Avatars du Sens dans la Traduction du Quichotte, una crítica histórica sobre las traducciones francesas del Quijote.