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El reto
Patricia Romana Bárcena Molina



          Dibujadas en la mente, con tenues pinceladas, aparecen imágenes de escenas en las que deseamos vernos retratados. A veces, muy difusas y otras demasiado claras: en una playa caminando por la arena hasta llegar al mar, en la sala de espera de la salida internacional para tomar un vuelo directo a Nueva York, en las primeras filas del concierto de un artista que nos fascina, en la comodidad de una fiesta familiar donde somos queridos y reconocidos, en la ventanilla del banco cobrando el aguinaldo para disponer de él sin la preocupación de pagar deudas, en la intimidad de una alcoba para vivir una noche de amor, en fin, en tantas y tantas situaciones que se viven cuando nos trazamos una meta y no abandonamos la ilusión. Es cierto que para cumplir un sueño es necesario soñarlo y trabajar por él, sin embargo, también son muchos los obstáculos que nos impiden alcanzarlo. La adversidad a la que nos enfrenta la crisis que vive el país es el detonante que hace cambiar los sueños por crudas realidades. Cuántos jóvenes en este país pierden la oportunidad de estudiar y se ven obligados a desempeñar subempleos para ayudar al sostenimiento de la casa, en el mejor de los casos; cuántos otros se refugian en las adicciones para olvidar su situación y se enfrentan a la sociedad con un resentimiento tal, que los convierte en delincuentes juveniles, o cuántos más se sumergen en la depresión y en la autodestrucción. Dejar los estudios no sólo se traduce en la pérdida de un instrumento para adquirir un empleo con un salario digno, dejar de estudiar es dejar de saber, es estar condenado a vivir sin referentes, sin historia, sin respuestas; es transitar por un presente incomprensible y deambular hacia un futuro incierto. No dudo que las personas ignorantes puedan alcanzar felicidad o cierto grado de libertad de acuerdo a sus ambiciones, pues entre menos sabemos menos podemos anhelar.

          Siento que ese es el meollo de la falta de proyectos en materia educativa en este país. El reto no es formar individuos capaces y libres, porque perseguirían sueños. De lo que se han encargado los gobiernos es de aumentar el número de gente fácil de conducir, influenciable por los medios masivos de comunicación, y poco conocedora de sus derechos y de sus obligaciones. En una palabra, gente manejable y totalmente vulnerable.

          El saldo de los gobiernos que ha padecido México es un pueblo sin cultura, insensible al arte que es el gran recurso para enriquecer el espíritu; capaz de sumarse a todas las protestas, violento, destructor de su medio natural, incapaz de analizar los hechos para descubrir al verdadero enemigo. La ambición, la corrupción y el cinismo de los gobernantes arrasaron con los sueños de millones de mexicanos, como tener una profesión, un salario, una familia protegida, una vivienda digna; disfrutar de un viaje, de un concierto, de un libro, de un amor sin sumisión…

          El daño no es menor, la falta de educación está destruyendo, además de los sueños, al país entero. Cada reto personal debe incluir también un reto social, pero, para así concebirlo, para trazar una meta y construir sueños, es indispensable que contemos con un acervo cultural. No hablo sólo de conocimientos estrictos y fríos, hablo de cultura. Nadie puede soñar lo que no conoce. En México la gente aprendió a cifrar sus ilusiones, y a repudiar, basada en lo que promueve la "Tele". La Secretaría de Educación Pública debería regular los valores y los conocimientos que se divulgan a través de los nefastos programas televisivos, debería tomar el papel que le corresponde en la sociedad, olvidarse de las prácticas burocráticas que tanto afectan al desempeño de los maestros en las aulas, y propiciar que en las escuelas se realicen actividades que hagan crecer a los niños y a los jóvenes, en todos sentidos. Pero, los maestros amenazados, coartados, denigrados por autoridades irracionales que sólo se preocupan por papeles inútiles, permanecen maniatados para enfrentar el gran reto.

          La Secretaría de Educación Pública debería limpiar sus oficinas de gente improductiva, y destinar más recursos humanos y materiales al trabajo en las aulas. Incluso podía aumentar el horario de clases, que actualmente es tan reducido, sobre todo, en educación básica, para dar margen a que las madres puedan concluir una jornada laboral (como sucede en países desarrollados).

          Los caminos que ha seguido el magisterio, desde una visión sociológica, responden claramente a la intención de la clase social en el poder.

          La calidad de la educación no está en las formas modernas de abordar el conocimiento (computadoras portátiles, enciclopedias virtuales, quemadores de discos, etc.) sino en el conocimiento mismo, y ese está a la mano de cualquier maestro interesado en que sus alumnos aprendan. La convivencia enseña tanto como los libros, dentro de un grupo es posible poner en
práctica las potencialidades de los alumnos, con cualquier material. Pero, nos han vendido la idea de que sólo las escuelas que cuentan con grandes recursos pueden formar individuos capaces.

          Si los maestros fueran respetados como otros profesionistas, pondrían en juego sus conocimientos y se propondrían retos, pero de lo que se ha tratado es de coartar su libertad y de imponer modelos creados en los escritorios de gente que no está en contacto con la realidad.

          El gasto en salarios de asesores, programadores, coordinadores, supervisores, jefes de sector, comisionados y demás parásitos del aparato burocrático de la SEP, bien podría encausarse en beneficio de los alumnos, dirigidos por un maestro de grupo bien remunerado y libre de ejercer su profesión. Las reformas educativas no han logrado disminuir la deserción escolar ni han elevado la calidad. Es necesario entonces pensar en una revolución educativa, y ésta no puede surgir de las autoridades, necesita forjarse desde las bases.

          En este país necesitamos gente capaz de construir sueños y convertirlos en retos para hacerlos realidad. La clave está en los maestros, ¡sí!, de ellos depende que sus alumnos no abandonen la escuela y encuentren en ella la sabiduría que los haga libres.

          Cualquiera que haya conseguido alcanzar un sueño, es porque en alguna etapa de su vida tuvo cerca un maestro que superó un reto.



Patricia Romana Bárcena Molina
Subdirectora de al margen . net
Estado de México.
Maestra en educación especial. Directora del Colegio Vallarta Arboledas
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Dic
2004