deshoras       


De la crin de un relámpago
Rafael Ortiz



               De la crin de un relámpago va sujeto el viajero en su trepidante fuga equipaje a cuestas. En la diestra, la ruta es el hilo verde de los mapas que conectan su cerebro con las calles del destino en turno. Vacía se queda la butaca frente al espejo de números en el trabajo. Vacía y tristísima la cama sin el sueño, empacado ya en la maleta.

               El viajero se despierta con la noche todavía aullando. Se mira el rostro cardinal y profundo, con una prisa en los dientes, con mucha ropa doblada que tras el encuentro con el jabón habrá de tenderse en tantos cables de colores. Desafiar o no al por si acaso, retar al espacio que confina prendas, que viste la ilusión completa.

               La brújula compañera ocupa ya un sitio aparte en la mochila. Menudo hemisferio de cristal donde las láminas se agitan indecisas entre el fluido, accionadas más por el corazón que por el magnetismo. De frente, las caminatas incansables registrándolo todo, las palomas volando, el tren partiendo con sus pasajeros en brazos, meciéndolos con su arrullo de acero.

               Brotará algún imprevisto, pero sin duda el dentífrico será suficiente. No la hinchazón en los pies, ni los cafés en las plazas con sombrillas, ni las fotografías bajo el sol extranjero. Nunca todos los atardeceres.



Rafael Ortiz
Guadalajara, México. 1978.

junio
2004