renglones torcidos     


Pre-suicida
Karen G. Rodríguez Montiel



     Esto es mi infierno. Ésta mente prisionera de recuerdos; bombardeada de imágenes terroríficas. De malos pensamientos.

     Soy víctima de una enfermedad mental, provocada por todo lo que me ofrecen los medios; violencia, rencor, odio, miedo, pobreza, frivolidad, desconfianza, sexo.

     No, miento. No soy víctima, pues estoy consciente de ello, pero es mas fácil hundirse en este fango, más fácil que.... cualquier cosa.

     El insomnio carcome mi cerebro. Pensando estoy en todo lo que mis ojos percibieron en el trabajo, en el noticiero, en aquella película de terror. Ya ni puedo desparramar mi cuerpo exhausto con confianza, sin pensar en que una mano afilada me atacará en la oscuridad a la orilla de mi lecho.
     
     Todo estorba cuando esta ya saboteado el cerebro, incluso los fierros que me sostienen en las noches. El más mínimo ruido me regresa de mis sueños ,al espanto de sombras diabólicas de la vista inconsciente aún.

RL

     Esto me pasa por ser pecadora, por haber renegado de mi doctrina nata. Pues de todos los mandamientos sagrados, solo he cumplido aquel que manda: no matarás. Y no por que no se me haya ocurrido, sino por que mi cobardía no me ha dejado llegar a tanto.

     Es ahora que comprendo que estoy en algo cierto. El infierno como fuego, gritos y lamentos, no existe.

     El infierno es la humareda que cada quien antepone en su mente, el auto-martirio, la auto-destrucción de uno mismo. Y así, me imagino a mi misma, flagelando cada una de mis neuronas, cada anhelo, cada sueño.

     Mi infierno es mi propia rebeldía incomprendida. Incomprendida pues ni yo misma la entiendo.

     Mi infierno es mi nihilismo, que a final de cuentas me contradice con lo que siento. Está en mi fervor por ser auténtica, creyendo que a alguien le importa.

     Es ésta distracción de la luz, que repudia mi poca ética.

     Estoy en el infierno sin estar muerta. Y eso, sólo lo vive alguien demasiado condenado. Condenada a vivir una mentira, a vivir dos caras y todo por no tener la valentía de decir la verdad. Pero ¿ A quién le importa que mienta, mientras cada quien “sepa” lo que quiere que sea?

     Así seguiré. A la sombra de mis mas destructivos pensamientos disfrazados de dulzura, amor, comprensión y ese deseo de libertad.

     Mas mi espíritu esta condenado, y con el mi cuerpo; condenado a ser mortal, a ir muriendo lentamente y fingir que hay tantas cosas que se quieren lograr, cuando lo que quiero es liberarme de esta prisión de carne y hueso.

     Ser aire, ser Agua, ser tierra, ser sal, ser saboreada por aquellos labios que aun buscan la verdad.

     Pero solo, y ¡quién sabe!, la encontraran cuando dejen también su cuerpo.

     Así pues, en ésta prisión de desesperación me encuentro. Pero alcanzo a ver en lo alto de la pared de recuerdos, una pequeña grieta que me muestra el sol.

     Quizá, algún día logre ser lo suficientemente fuerte para trepar la pared y mirar atrás de ella. Atrás de estas paredes que cada segundo se comprimen asfixiándome.

     Y entonces, a Dios, comprarle mi libertad...



Karen G. Rodríguez Montiel
Guadalajara, México. 1979.
Lic. en Informatica Administrativa (ITESO).


agosto
2003