caracoles     


Buena tierra para cultivar la ironía
Patricia Romana Bárcena Molina



Recién desempacada de su amanecer en Oventic, chiapaneca por convicción que con detenimiento ha acompañado por años el caminar lento en la región, La Romana comparte con al margen la carta que ya mismo debe estar en las manos del Subcomandante Marcos


               Querido Subcomandante Marcos:

              ¿No te has dado cuenta que gran parte de la sociedad en México no ha aprendido a oír, ni a interpretar, ni a sentir? Pero, no los culpes, no pueden hacerlo. Hay un ruido intenso que enmascara la voz de los oprimidos, hay una ambición que no les permite entender más que lo que está cerca y rinde dividendos; hay una frialdad y un egoísmo bien alimentados que los lleva a anhelar sólo lo que promueve la “Tele”.
              Somos pocas las personas que logramos cambiar el rumbo y asumir el riesgo.
              ¿No te ha tocado escuchar que los indígenas son gente floja a la que no le gusta trabajar, y que no se preocupa por su “superación personal”? A mí sí, y lo más triste es que me ha sucedido justo en Chiapas.
              ¿No sabes que dicen que eres un cobarde porque no das la cara…que,  por qué no te quitas la máscara? ¿No sabes que  mucha gente piensa que te mueves por intereses extranjeros?
Me pregunto cuáles podrían ser que no hubieras ya aprovechado.
              No es fácil comprender la lucha de los pueblos indígenas si se desconoce la historia de este país, o si se conoce y se niega, o si se conoce y se cambia.
              Son más los que no han entendido “nada”, que los que estamos en el intento.
 
              Cuando viví en esa tierra abrí los ojos al mundo por primera vez. Lo anterior no fue ni siquiera un preámbulo. Empecé a trabajar en una casa vieja que intentaba ser escuela, la escuela de los loquitos. Ahí acudían niños discapacitados, sin distinguir el tipo y el grado de incapacidad. La historia es larga, pero tuvo final feliz. Se donó un terreno para la construcción de la primera escuela de Educación Especial en el Estado y se levantó el edificio. El servició se extendió a otros lugares: San Cristóbal, Comitán, Villa Flores, Tapachula…El siguiente paso fue capacitar maestros y conseguir plazas, pero éstas se daban con la condición de tener demanda, es decir niños inscritos. Ese fue el verdadero problema: inscribir alumnos que no cubrían los requisitos de inscripción. En ese momento, forzosamente, se tiene que infringir la ley, se tiene que trabajar fuera de la normatividad… Se empieza a ser rebelde.
 


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              Para que entiendas que entiendo, voy a relatarte un caso de los muchos que pasaron por mis manos. 
 
              La madre de Neto (sordo de nacimiento) supo de la existencia de estas escuelas, se acercó como los gatos silvestres en busca de alimento; sigilosa rondó la escuela y permaneció a distancia mientras observaba su movimiento. Veía que entraban niños y salían mujeres como ella, me refiero a la condición económica, dejando a sus hijos dentro. Al cabo de unas horas los recogían llevando en sus manitas hojas con dibujos, cuadernos con letras, latas  viejas, que pintadas parecían macetas, banderas de México o botes de avena convertidos en tambores. Pero, lo que más atrajo su atención no fueron los objetos sino las risas de esos niños como su Neto. Después de casi un año de indecisión tocó la puerta y pidió hablar con la encargada de la escuela.
              Sin saludar se dirigió a mí y empezó la entrevista:

-         ¿Uste es de aquí?
-         Buenos días, señora. Yo soy la directora. ¿En que puedo servirle?
-         Pero, no es de aquí, ¿verdad?, de luego se le nota.
-         No nací en Chiapas, pero soy mexicana y hace mucho que vivo por acá.
-         ¿Qué tanto?
-         Tres años.
-         Pues nues nada, en tan poco tiempo no se dan a conocer las gentes.
-         ¿Usted sí nació aquí?
-         Yo soy de Arriaga, pero el Neto sí nació aquí.
-         ¿Neto es su hijo?
-         De los chicos, porque tengo otros unos que son más grandes.
-         ¿En qué escuela estudian sus hijos?
-         No pues ya no estudian, ya aprendieron a leer los letreros y hacer sus cuentas.
-         Me imagino que Neto es el más chico de sus hijos.
-         No, las chicas son Luz y Alba, luego siguen el Lupe y el Neto, y luego Francisco y los grandes.
-         ¿Cuántos son en total, señora?
-         Pues no le digo que nueve.
-         Usted quiere apuntar a Neto en esta escuela, ¿verdad?
-         Pues sí, no ve que no declara bien las palabras.
-         No puede hablar bien, pero ¿sí escucha?
-         Pues oye los ruidos pero como que no los entiende.
-         ¿Cuándo lo puede traer para que lo conozca?
-         Un día lo voy a traer, pero quiero saber si aquí no me lo van a correr, porque ya lo llevé a otras escuelas y me lo sacan luego que lo conocen.
-         Si usted quiere traerlo, aquí lo vamos a ayudar con mucho gusto.
-         Nomás es cosa que le tengan paciencia cuando se desespera. 
-         Muy bien, tráigalo cuando ud. quiera. Y me trae sus papeles para darlo de alta.
-         ¿De cuáles papeles?, porque tiene unos cuadernos que le compré y ni los ha escribido.
-         Nosotros le vamos a dar aquí material para trabajar. Me refiero a su acta de nacimiento, su comprobante de domicilio y su cartilla de vacunación.
-         No pues eso si no tiene.
-         ¿No tiene acta de nacimiento?
-         ¿La fe de edad?
-         Sí, el papel que le dieron cuando lo registró.
-         No pues la boleta se me perdió y pues ya no me dieron su fe de edad, por eso ni me lo quisieron vacunar en el seguro.
-         ¿Tampoco tienen acta sus otros hijos?
-         De los chicos sí tengo, y de otros me pasó igual, pero antes no me las pedían para apuntarlos.
-         Bueno, tráigame un comprobante de domicilio.
-         ¿Cómo es ese?
-         Algún recibo de agua o de luz en donde aparezca su dirección.
-         ¿Mi dirección?
-         Sí, el nombre de la calle, el número de su casa y la colonia.
-         No pues donde yo vivo no hay calle, antes había pero con las aguas se lavó todo el pavimento y ya no lo echaron otra vez, es pura tierra.
-         Me refiero al nombre de la calle, señora.
-         Por allá no hay postes para letreros, puro árbol, ni tampoco hay luz ni agua, sólo la que acarreamos, pero usted se baja por la 5ª y se sigue hasta la brecha que baja más para abajito y antes del canal ahí voltea para el otro lado y ahí pregunta por mí, cualquiera le da razón.
-         Muy bien, cuando ud. quiera puede traerme a Neto.
-         ¿Mañana a que hora viene ud.?
-         A las 7:30 ya me encuentra por aquí.
-         No pues de una vez mañana se lo traigo para desengañarme si de veras lo van a recibir. ¿Tengo que dar la cuota mañana o me esperan a que tenga dinero?
-         No va a pagar cuota, señora, lo único que necesita es traerme a Neto todos los días.
-         Bueno,  de veces sí vendrá y pues otras no.
-         Tiene que asistir diario para que se adapte a la escuela y para que aprenda muchas cosas.
-         Bueno sí, diario va a venir pero si hay trabajo me tiene que ayudar y esos días pues no va a venir.
-         La espero mañana, señora.
-         Ándele pues aquí nos vemos.


              Para atender a Neto tuve que pasar por alto la “normatividad”. Trabajar fuera de la ley.
              Sin acta de nacimiento, sin comprobante de domicilio, sin cartilla de vacunación, y muchos días sólo con un café negro en el estómago, Neto inició su rehabilitación auditiva, logró aprender a escribir, y lo más importante, a comunicarse con los demás. En los registros de la Dirección General de Educación Especial (Altavista, Ciudad de México), este alumno y muchos más no aparecieron nunca. Las plazas de maestras fueron restringidas, precisamente, porque los registros no las justificaban.
              Ante la emergencia de cubrir la demanda, acudimos al registro civil para hacer los trámites extemporáneos y obtener el acta de nacimiento de nuestros alumnos, pero de poco nos sirvieron porque de todas maneras se restringieron las plazas federales en el Estado, como medida preventiva a los conflictos que en ese tiempo enfrentaba la Coordinadora Nacional del Magisterio. Ya no más maestros revoltosos en Chiapas. Había que frenar marchas y paros, protestas y pliegos petitorios. Además, los desalojos iban a restar alumnos necesariamente, ¿Para qué tanto maestro?
 


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              Ahí me volví rebelde, Marcos, y comprendí que en las escuelas se despierta la conciencia (no sólo de los niños sino también de los padres y de los maestros); por eso la consigna del gobierno a deteriorar la educación, a mantenerla aletargada; confundir la vocación con burocracia, llenar papeles en vez de atender alumnos, detener cheques para obligar a los maestros a abandonar su grupo y salir a pelear por su salario, vender la idea de que la superación profesional es hacer gestiones y engordar el escalafón para ocupar un puesto administrativo, en vez de perfeccionar el trabajo en las aulas.
 
              Ahí tomaba sentido la voz de Mercedes Sosa cantando: “Cuando tenga la tierra, la tendrán los que luchan, los maestros, los obreros…”
              Ahí conocí maestras de vocación que me enseñaron lo que no podría haber aprendido en ninguna prestigiada universidad de Estados Unidos o de Europa…Ni en la Ibero.
              Ahí besé la piel morena de los niños que se dejaron besar hasta que me gané su confianza.
              Ahí entendí que la mujer vale por lo que hace, que un hombre es pasajero y que los hijos son eternos. En Chiapas sentí el agradecimiento sincero cuando encontraba en mi escritorio tortillas labradas a mano, frutas o queso, sin saber quién los dejaba.
              Chiapas me acercó al Arte; conocí a un gran poeta y a un pintor extraordinario.
              Empecé a comprender la lectura y a escribir lo que dicta el sentimiento.
              En Chiapas crecieron mis hijas cerca de la naturaleza, y aprendieron a pactar con ella:
              “Se debe matar el alacrán y dejar pasar la hormiga para preservar la vida”
 
 


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              Chiapas…Buena tierra para cultivar la ironía.
              La construcción de una presa hidroeléctrica que dio trabajo temporal a miles de jornaleros que hoy viven desempleados, tal vez, sin luz en su casa ni en su horizonte, pero con la gran satisfacción de que en su Estado se genera la electricidad que ilumina la Ciudad de México.
              La majestuosa residencia del director general del Instituto de Promoción a la Vivienda, quien declara que el rezago es tan grande que la demanda supera a la oferta, y por otra parte, la destrucción de casas en zonas de riesgo, para evitar que sean utilizadas como guaridas de maleantes, ya que supuestamente sus moradores habían sido reubicados.
              La predicción del procurador de Justicia del Estado de Chiapas, quien declaró que el conflicto entre los católicos tradicionalistas y evangélicos podría derivar en una matanza.
              La Campaña puesta en marcha por la Secretaría de Relaciones Exteriores para dar a conocer (en cinco idiomas, vía Internet) los avances del gobierno de México en la lucha contra la pobreza, sin mencionar el conflicto armado, el número de desplazados (que suman al menos diez mil), la expulsión de decenas de extranjeros simpatizantes del EZLN y las pugnas entre indígenas que han costado la vida a cientos de ellos.
              El Estado de Chiapas, rico en su historia, en su cultura y en su arte; lleno de valores humanos y de bellezas naturales que lo baña de esplendor, es presa de la injusticia social y la marginación, es tierra de todos y de nadie, es ruido y silencio, es razón y motivo suficiente para pisar su suelo y no abandonarlo jamás.
 
              Yo sí entiendo, Marcos, tu tozudez y tu presencia en las montañas del sureste, yo sí puedo escuchar en tus palabras la voz de los indígenas, y asumo el compromiso de hacerlas llegar a los demás con las palabras mías.
 
              Si esta carta no llega a ti, quiera la suerte que llegue, a tiempo, al Marcos que todos llevamos dentro.
 

“PARA LOS PUEBLOS INDIOS DE MEXICO, JUSTICIA Y PAZ”


                                                                                                                      La Romana.
 
A unos cuantos días del 9 de agosto de 2003.



Patricia Romana Bárcena Molina
México D.F.
Maestra en educación especial.
Directora del Colegio Vallarta Arboledas
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agosto
2003