Carenglones torcidos     

Eva y Adán
Andrea Bárcena


     Nada fue casual. Tampoco debiera seguirse diciendo que el demonio estuvo metido en eso. Fueron ellos mismos-- Eva y Adán—que ya tenían una sicología inconsciente que lo provocó todo: la serpiente, la manzana, el pecado y la mal entendida ira de Dios.

     Es difícil para nosotros-- tan llenos de carencias--, imaginar siquiera el hastío del paraíso. Pero era. Eva y Adán fueron cayendo paulatinamente en una profunda depresión. Su vida se fue vaciando de sentido en ese tenerlo todo sin esfuerzo y sin dolor.

     ¡Cómo creen que Dios los iba a Castigar¡ No. Eran sus criaturas. Su enojo fue consigo mismo, con su diseño. Sólo corrigió. Los puso fuera del paraíso para que tuvieran la oportunidad de recordarlo, de anhelarlo. Así convirtió a Eva y Adán y a todos sus descendientes—nosotros--, en los únicos animales en los que la esperanza de felicidad es felicidad.

     ¿Acaso no son las ilusiones lo que nos mueve? ¿Acaso hay más felicidad que el trayecto hacia ella o la lucha por no perderla o por recuperarla?

     Agotados tras los primeros días de explorar el mundo y transformarlo para conseguir alimento, agua y un refugio propio, Eva y Adán cayeron rendidos en su primer lecho terrenal, en donde a pesar del desamparo y el frío, gozaron del amor como nunca antes.

     ...y, de más está decirlo, no fueron felices para siempre.



Andrea Bárcena
México D. F.
Sicóloga y maestra en Ciencias de la Comunicación.
Su trabajo principal se ha desarrollado en el campo de los Derechos Humanos.
Autora de libros y una gran cantidad de artículos ha ejercido el periodismo en publicaciones como La Jornada, Proceso y el Universal. Actualmente se dedica exclusivamente a escribir.
abril
2003