caleidoscopio     

De cómo el comandante Apollinaire se afantasmó
con el mono Gatica en el Unione e Benevolenza**

Manuel Ruano


Yo no era Poe, ni Rilke, ni Baudelaire, ni mucho menos un santo que se aparece
un sábado en la madrugada en el Salón Unione e Benevolenza;
pero te vi, lo sé, con un sobretodo gastado y la mirada de ojos verdes y chiquitos;
de haber sido golpeado por debajo del vientre en el ringside urbano,
donde se desentienden las peleas más reñidas del corazón y la locura...
-"En esta noche memorable, amigos, en esta desilusión de los
abandonados a su propia suerte, de los que sin misericordia
se golpean en el quinto asalto..."


Y yo te veía pegar, Mono, te veía pegar con los puños sin guantes en el vacío,
donde resuenan las campanadas de la adversidad y hay sangre en la lona,
de esas peleas que dejan cicatrices brutales,
es decir, costurones de la calle principal, que nada tienen que ver con el Luna Park
y mucho menos con el Madison Square Garden.
¿En qué cuaderno escolar habrá quedado aquella contienda
que dividía la clase como dos zonas terribles de la noche?

No. Para que todavía jugaras en el cuadrilátero de las luces y las sombras.
En aquella pudorosa revancha de la existencia,
que quedara como un lamparón en pleno rostro del barrio Congreso,
donde cada áperca, o un jab a jab,
describía al campeón de la noche que derribaba contra la soga,
   uno a uno sus fantasmas...

Yo no era ni Poe, ni Rilke, ni Baudelaire; pero te vi con mis ojos de diecinueve años
entrar en el Unione e Benevolenza,
con el pelo al rape, y una barba de tres días, peleándote con tu soledad.
Convertido en el knock-out técnico de la desesperanza.

Yo te vi hacer fintas, rodeado de un público atroz que te descubría
   en la madrugada como un farolito de andén destartalado,
con el ritmo de una orquesta con bandoneón y violín de fondo.

Yo tenía diecinueve años y ya había ganado mi propia soledad
como el mejor premio a la poesía.
Y no podía caerme todavía del simulacro cotidiano en mi coraza tornasol.

Tampoco (ahora lo sé) podía ser Apollinaire, para que te oliera aquel Alcohols
   de los perdidos, como si fuera tu vino triste.
Como desvelados fantasmas de seráficas iridiscencias,
acaso atrapados en la celda de una desconsolada visión,
donde se repartía en rodajas la miseria del mundo.
Como si el mundo mismo fuera el protagonista de tu desconsuelo.

Eras el Mono Gatica, el Campeón, el que encendía sus habanos
   con billetes de cien dólares y más tarde,
cuando llegó el ocaso, te hizo caer de rodillas,
y te encaramabas a los trenes sin boleto para mirar con tus ojos verdes
   y achicharrados por el odio,
haciendo fintas y lanzando golpes al aire, maldiciéndolos a todos,
para fulminarlos con un directo "cross" en la conciencia.

Yo te veía pegar, Mono, dar de puñetazos en el vacío como un loco
   y nadie te tiraba la toalla.
Después te fuiste peleando con la muerte, atropellado por un colectivo,
según los diarios.

Y yo que no era Poe, ni Rilke, ni Baudelaire, para que me hicieras pasar
   cuarenta años en escribir estos versos;
supe que tenías un sobretodo gastado y ojos chiquitos de haber sido vencido por la edad.
Sin embargo, yo leía por aquellos días Alcohols
del comandante Apollinaire,
y me golpeaba el corazón al verte como ídolo atrapado en un escenario triste...

"Y bebes este alcohol quemante como tu vida
Tu vida que bebes como un aguardiente..."


Con el tiempo, también caí en el orgullo de perseguir sin paz un Dorado
   imposible.
¡Y recibí soberana paliza por la angustia! Fui un prófugo del adiós en primavera.
Y hube de palpar la muerte para encontrar el sueño.
Y tuve ese recuerdo como una pantalla prohibida.
Me imaginaba, lo sé, noqueado con los brazos abiertos en el décimo round
   de la memoria.


-Como ves, Mono, yo también tenía los ojos anclados en esas florescencias
que se ramificaban de azules cromos e ilusiones temibles ...


   Nació en el día de la patria: un 25 de mayo de l925. Llegó a Buenos Aires junto a su madre y hermano Jesús, en un tren de carga, desde la provincia de San Luis. Se llamaba José María Gatica. Fue lustrabotas y estaba acostumbrado a mirar desde abajo, es decir, como los de abajo, hasta que alguien le propuso empezar a verlo todo desde un ring, porque le vio pasta de boxeador y le pagó veinte pesos. Subió por primera vez a un cuadrilátero en 1945. Conoció la gloria y con el tiempo, el fracaso. Fueron muchas peleas. Llegó a ser un excéntrico aplaudido y homenajeado por presidentes y gente de cierto renombre. Pero a los treinta y ocho años ya estaba viejo. Se hizo alcohólico y de la mañana a la noche, se convirtió en un trágico. Vivió en una Villa Miseria, o sea, un lugar donde sobreviven los más pobres. ¡Se trataba, es cierto, de su caída espectacular!...Recuerdo que en la escuela Monner Sans, del barrio Saavedra, el "Mono" Gatica (como se le apodaba popularmente) era ya una leyenda. La clase se dividía en dos: con él o contra él. Muchos años después, en 1962, lo conocí en un salón de baile en el que todos lo miraban como bicho raro, como alguien que había sido famoso. Estaba arruinado y borracho, disparando golpes y contragolpes en la madrugada, gritando: "la puta que te parió, la puta que te parió", como un disco rayado... Sin dirigirse a nadie en particular. De golpe aprendí que Gatica no había sido sólo un boxeador famoso. Se cuenta de él, que destruía los cajoncitos de lustrabotas de los chicos del barrio Constitución, precisamente adonde él mismo lustraba, a cambio de un billete de mil pesos... Era una recompensa que les hacía por el dolor que llevaba dentro al verse reflejado en su pasado. Y también, compraba todos los diarios a los canillitas, por una cantidad similar. Eso sí: nunca pudo ser domado. Y en 1963 murió atropellado por un colectivo. La gente hizo una colecta para comprarle una corona que decía: "El Pueblo: a su ídolo".
   En él (lo guardo en mi memoria) se concentró la imagen de un rebelde y, al mismo tiempo, la de un desesperado por la vida... Sí. Lo conocí en el crudo invierno de 1962.


*Manuel Ruano.
Buenos Aires, Argentina.
Libros publicados: Los gestos interiores (Losada, Bs.As.,1969), Según las reglas (Losada, Bs.As., 1972), Son esas Piedras vivientes (A.E.V., Caracas, 1982), Yo creía en el Adivinador orfebre (El Gallinazo, Quito, 1983), Mirada de Brueghel (Fondo de Cultura Económica, México, 1990), Hypnos ( Gabrielle Editores, Lima, 1995).
**Poema inédito de Concertina de los rústicos y los esplendorosos.


febrero
2003