doblepensar     

La imposible lectura del subcomandante Marcos
Oscar Huerta


"Tenía la sensación de que yo formaba parte de una gran mentira general,
pero que esa mentira era la verdad, y era sólo mi culpa sentirla como mentira."
Imre Kertész


       Simpatizantes y detractores, voces que van de derecha a izquierda. Todos hemos despertado del silencio en el que nos había mantenido el subcomandante Marcos. No pudo ser más apropiada -en términos de medios- la manera en que Marcos volvió a la escena internacional.
       Una absurda carta (gran metida de pata) y luego una sorprendente recuperación proponiendo un dialogo y una tregua para discutir el problema vasco (motivado en gran parte por la ingenua respuesta del juez Baltasar Garzón) pusieron nuevamente en boca de todos a Marcos. Por supuesto que las opiniones oscilan entre una simpatía incondicional hasta la irremediable animadversión al personaje enmascarado.

       Efectivamente "Marcos somos todos", o nos reflejamos en su idealismo o de plano nos desvanecemos en la cursilería. En cualquier caso estamos construyendo al Marcos que queremos o que quisiéramos.
       El valor de Marcos reside en la indiscutible validez de su causa (al menos la primera causa: la defensa y reivindicación del problema indígena) y de las eventuales posteriores, ¿cómo puede alguien oponerse al dialogo como vía de solución a los conflictos?
       Pero hay otra ventaja insoslayable que lo ubica por encima del resto de sus oponentes: ubicarse justo dentro y formando parte del imaginario colectivo.
       A muchos les gustaría que de una vez por todas se despojase de la mascara y formara un partido político, ahí donde sería de lo mas sencillo darle seguimiento, magnificar las pifias del partido para poder vapulearlo y desligitimarlo como usualmente sucede con casi todos los personajes de la política: desviando fondos del partido, incumpliendo promesas de campaña, perdiendo votaciones.
       Pero desde ese algún lugar en las montañas del sureste mexicano es tan anónimo como cualquiera de nosotros (a pesar de la revelada identidad), punto donde vuelve a ser frontera de ambos bandos de la opinión pública: simpatía de aquellos que se reconocen en la lucha colectiva como sociedad y repudio de los que aspiran a llegar a ser gente de dinero o poder (nebulosa diferencia hoy día).

       El subcomandante es la antítesis de la aspiración de poder a la que usualmente aspiran el resto de los personajes. Mientras que los rostros sonrientes y las frases ocurrentes (leí en un cartel de un candidato del PAN su ridículo eslogan: "si o no pero ya") inundan las pantallas de t.v. y los postes en las calles, Marcos viste una mascara renunciando a su rostro. Otros pelean una y otra vez la presidencia de la república, o la dirigencia del partido o la candidatura tal o cual, Marcos se asume "sub": no en lo más alto, sino a las ordenes de la comandancia zapatista. Despojado del lenguaje demagógico y lleno de neologismos que oculta la verdadera sustancia del mensaje, Marcos se aproxima al lenguaje cotidiando y su discurso en consecuencia resulta sumamente accesible.
       Marcos coincide además con un movimiento mundial de resistencia, encabezado por Europa y Estados Unidos: desde Seattle hasta Barcelona. Quizá el discurso mesurado de los intelectuales ha sido rebasado por el activismo de las ONG's y por algunos personajes (artistas, sindicalistas, etc.) que han intentado activar la discusión de la eficiencia del modelo globalizado de economía capitalista.
       El movimiento zapatista despierta a la luz pública precisamente el día en que entra en vigor el Tratado de Libre Comercio con Norteamérica, como un presagio del desquebrajamiento del balance entre la economía local y la internacional. El campo en quiebra y con insuficientes apoyos, la industria de la energía (electricidad y petróleo) en proceso de apertura para ponerlo en manos privadas (nacionales y extranjeras). ¿Donde queda el Estado en la defensa de los intereses de la Nación?
       Todos esos agujeros que dejan los poderes del Estado (todos, es necesario mencionarlos: el judicial, el legislativo y el ejecutivo por supuesto) vienen a ser llenados por organizaciones o personajes como el subcomandante, que levantan la voz en defensa de los más desprotegidos, de las minorías que se ven borradas en el proceso unificador que se asume como sinónimo de desarrollo.

       Nadie es profeta en su tierra, evidentemente el subcomandante no lo es. México y otros países "emergentes" (linda nueva forma de calificar a las naciones otrora llamadas tercermundistas) están inmersos en un esfuerzo por avanzar en la cadena alimenticia capitalista: la clase media y el gobierno tratando de concretar sus aspiraciones por ubicarse en la elite del mundo globalizado; y las clases bajas tratando simplemente por mantenerse vivo. ¿Cuál tiempo para discutir formas alternativas de desarrollo si se esta supeditado al flujo y al castigo de organismos internacionales (BM, FMI, etc.) que marcan las directrices económicas desde escritorios? Y si no que le pregunten a Argentina, ejemplo concreto del castigo ejemplar de los organismos y calificadoras internacionales.
       Es en Europa (Italia, Francia, España y Alemania principalmente) y Estados Unidos donde los más sólidos esfuerzos por discutir estos temas están ocurriendo. Al parecer los síntomas de un desquebrajamiento económico global también están siendo percibidos en las naciones ricas del planeta. Es por eso tal vez que el mensaje de Marcos es seguido de cerca justamente en otros países.

       La iniciativa de Marcos por reactivar el dialogo en España respecto al problema vasco puede parecer un disparate, por el contrario en el mejor de los casos pudiera capitalizar el peso de la palabra y la negociación (ergo su mensaje) sobre los argumentos de fuerza (la violencia de la ETA y la descalificación del gobierno español).
       Si nos sintonizamos en la frecuencia utópica del llamado al diálogo de Marcos, y por un momento imaginamos que rindiera frutos en aquella región y se lograra algún tipo de tregua o paz más tangible: entonces quedaría expuesto el gobierno mexicano que ha hecho oídos sordos a las constantes manifestaciones de los pueblos indígenas.
       Un pasivo comisionado (Luis H. Álvarez) que se atrevió a decir que el subcomandante ya no representaba los intereses y la voz de los indígenas, para luego ser descalificado por la comandancia del EZLN en el aniversario del movimiento celebrado los primeros días de este 2003.
       Sentarse a lograr acuerdos implica necesariamente la observación de estos, pero ni el gobierno español, ni el mexicano que tiene pendientes los puntos de los Acuerdos de San Andrés Larrainzar, o la ETA, están dispuestos a cumplir. Así que seguirán llamando "payaso" o "poco serio" a Marcos, pero cuando al final se tiene que tomar partido (y ojalá y que los intelectuales políticamente correctos se dejarán de medias tintas) habrá que pensar seriamente de que lado esta la razón, pero la razón despojada de intereses terceros (como el Plan Puebla Panamá).



*Oscar Huerta.
Guadalajara, México. 1971.
Co-director de
al margen.


enero
2003